“Yo estaba sembrando. Solo supe después que el carro se volteó”, relató su padre con visible emoción.
El accidente dejó varios heridos y provocó que el pequeño José desapareciera sin dejar rastro. Sin embargo, no se realizó una búsqueda formal ni se interpuso una denuncia policial. La familia, sin recursos económicos y aislada geográficamente, dependió únicamente de comentarios esporádicos y rumores.
Un silencio que duró más de una década
Con el tiempo, y ante la falta de pistas concretas, la familia asumió lo peor: que el niño había fallecido. Sin embargo, rumores persistentes comenzaron a circular por la región. Algunos aseguraban que José podría estar viviendo en la selva, alejado de su comunidad y bajo el cuidado de personas desconocidas.
El cuñado del joven recordó:
“Sabíamos que estaba vivo en la selva, pero no sabíamos dónde exactamente”.
Pese a estas versiones, la ausencia de pruebas hizo que las esperanzas se diluyeran año tras año. La familia continuó con su vida, aunque nunca dejó de pensar en él.
El hallazgo en Yanahuaya
El reciente descubrimiento fue posible gracias a la intervención de las rondas campesinas, organizaciones comunitarias que actúan como sistema de seguridad y solidaridad en las zonas rurales del Perú.
Según informó la autoridad comunal de Yanahuaya, José fue localizado en buen estado de salud. Se encontraba adaptado a la vida en la selva, y había sido acogido por habitantes locales, quienes lo apoyaron y le brindaron alimento y techo.
En sus primeras declaraciones públicas, el joven expresó una mezcla de gratitud y alegría:
“He estado alejado muchos años de mi familia. Ahora estoy alegre y contento porque están viniendo a recogerme. Estoy bien agradecido con la gente de Yanahuaya, que me han apoyado. Me habían dado por muerto. Estoy vivo. Estoy bien. Por fin voy a regresar a mi pueblo”.
¿Qué pasó en estos 12 años?
Aunque las autoridades no han revelado todos los detalles, se sabe que tras el accidente, José se internó en la selva y fue acogido por una comunidad rural. Allí creció sin contacto con sus padres ni hermanos, adoptando costumbres y modos de vida propios del lugar.
Los líderes comunales de Yanahuaya confirmaron que el joven nunca intentó regresar por su cuenta a Chichira, lo que podría deberse a desorientación, falta de medios o miedo de enfrentar la vida fuera de la selva después de tanto tiempo.
Especialistas en psicología social advierten que casos como este no son infrecuentes en zonas amazónicas o rurales del Perú, donde niños extraviados pueden integrarse a comunidades aisladas y perder por completo el vínculo con su origen.
El rol clave de las rondas campesinas
En este caso, la organización comunitaria fue decisiva. Las rondas campesinas no solo mantienen la seguridad en los caseríos, sino que también colaboran en búsquedas, rescates y mediaciones.
En declaraciones a medios locales, un dirigente señaló:
“Sin nuestra intervención, quizá nunca lo hubieran encontrado. La selva es extensa y hay comunidades que apenas tienen contacto con las ciudades. La información circula lentamente”.
Gracias a su acción, se logró establecer contacto con la familia y coordinar su traslado de regreso.
Emoción y expectativa en Chichira
En el pueblo natal de José, la noticia ha sido recibida con inmensa alegría. Vecinos y familiares se preparan para recibirlo, y algunos ya han comenzado a organizar una pequeña celebración comunitaria para marcar el regreso de quien creían perdido para siempre.
Su padre, Mario Yachi, aseguró que no le guarda rencor por la larga ausencia:
“Lo importante es que está vivo. Lo demás no importa. Ahora que vuelva a casa, tendrá todo nuestro cariño”.
La madre, visiblemente conmovida, se limitó a decir que este día será el más feliz de su vida.
El trasfondo social: la deuda con los desaparecidos
Este caso pone en evidencia las dificultades que enfrentan las familias rurales en Perú para buscar a sus seres queridos. La falta de recursos, la ausencia de denuncias formales y la lejanía de los centros urbanos dejan a muchas desapariciones sin resolver.
De acuerdo con organizaciones de derechos humanos, miles de personas desaparecen cada año en el país, y una gran parte de ellas provienen de comunidades campesinas o amazónicas. En muchos casos, el acceso limitado a la información y la desconfianza hacia las autoridades provocan que no se inicien investigaciones oficiales.
Un nuevo comienzo
Con su retorno inminente, José Anuario Yachi Benites enfrenta ahora el desafío de reintegrarse a una vida que dejó atrás cuando era un niño. Su caso, que parecía perdido en el olvido, es ahora una historia de esperanza y resistencia.
En sus propias palabras:
“Por fin voy a regresar a mi pueblo. Estoy feliz y agradecido con todos los que me ayudaron. No pensé que este día llegaría”.
La historia de José no solo es un testimonio de supervivencia, sino también una llamada de atención sobre la necesidad de reforzar los mecanismos de búsqueda y apoyo a familias de desaparecidos, especialmente en las zonas más alejadas del país.