Cada vez más hogares argentinos apuestan por la energía solar. El interés crece no solo por el ahorro económico, sino también por una mayor conciencia ambiental y el avance de las tecnologías que hacen más accesibles estos sistemas.
Con menor impacto ambiental, posibilidad de ahorro y más independencia energética, los sistemas solares ganan cada vez más terreno en el territorio local.
Cada vez más hogares argentinos apuestan por la energía solar. El interés crece no solo por el ahorro económico, sino también por una mayor conciencia ambiental y el avance de las tecnologías que hacen más accesibles estos sistemas.
Según cifras oficiales de la Secretaría de Energía, la generación distribuida tuvo un fuerte impulso en 2024: la potencia instalada bajo el régimen nacional aumentó un 92% respecto al año anterior, alcanzando los 58,9 megavatios. Dentro de este total, unos 5,9 MW corresponden a instalaciones en viviendas particulares, es decir, cerca del 10%. Córdoba, Buenos Aires, Ciudad de Buenos Aires, San Juan y Entre Ríos lideran el mapa solar del país, concentrando el 80% de la capacidad instalada.
A la hora de decidirse por un sistema solar, el ahorro es uno de los motivos más frecuentes: la reducción en la factura eléctrica puede llegar al 60% en los casos sin batería, y la inversión se recupera en un período de entre tres y cuatro años. Además, se suma la posibilidad de volcar el excedente a la red eléctrica y recibir una compensación, en el marco de la Ley 27.424.
Otro factor clave es el impacto ambiental. Al tratarse de una fuente limpia y renovable, la energía solar permite reducir significativamente las emisiones de CO del hogar. También hay quienes valoran la independencia energética, ya que este tipo de instalación ayuda a disminuir la dependencia de la red eléctrica y sus variaciones tarifarias.
Como extra, este tipo de equipamiento puede aumentar el valor de reventa de una vivienda y los sistemas modernos requieren poco mantenimiento, con una vida útil extensa.
Qué incluye un sistema solar típico para una casa
Paneles solares: captan la radiación solar y la transforman en corriente continua.
Inversor: convierte esa energía en corriente alterna, que es la que se usa en los hogares.
Estructuras de montaje: permiten fijar los paneles en el techo o el suelo, con la orientación adecuada.
Medidor bidireccional: registra tanto la energía consumida como la que se inyecta a la red.
Baterías (opcionales): almacenan la energía sobrante para usarla de noche o durante cortes.
Cableado y protección eléctrica: elementos necesarios para garantizar seguridad y eficiencia.
Cuánta potencia se necesita y qué equipos se recomiendan
Para un hogar con un consumo mensual promedio de entre 300 y 500 kWh, suelen instalarse entre 8 y 14 paneles solares, lo que equivale a una potencia de 3,5 a 7 kWp. Se recomienda el uso de paneles monocristalinos tipo PERC, de entre 400 y 550 watts, con tecnología half-cell, que mejora el rendimiento (entre un 18% y un 22%).
Respecto al inversor, en la mayoría de los hogares se usan modelos monofásicos string de entre 2 y 6 kW, aunque existen versiones de hasta 10 kW para consumos mayores. Si se planea sumar almacenamiento, conviene elegir un inversor híbrido, compatible con baterías de litio.
Una instalación solar residencial sin baterías, con una potencia de entre 3 y 5 kW, cuesta actualmente unos u$s 3.500 más IVA, una opción adecuada para viviendas con consumo principalmente diurno. En caso de querer sumar baterías para disponer de energía durante la noche o ante cortes, el valor total puede llegar a los u$s 10.000 más IVA. El precio final depende de varios factores: desde la complejidad del montaje hasta los componentes elegidos.