Ese instante marcó el comienzo de un lazo inquebrantable. Mono no solo le trajo alegría, sino que también llenó el vacío que dejó su anterior perro, un Golden Retriever que había muerto y cuyo duelo le había dolido profundamente.
La convivencia familiar duró algunos años, pero con el tiempo, Yoyi se independizó y se llevó a Mono con ella. Sin embargo, su primer departamento era pequeño y el perro no estaba cómodo, por lo que decidió dejarlo nuevamente al cuidado de su padre durante un tiempo.
Guillermo lo recibició con los brazos abiertos. Mono volvió a instalarse en su vida con total naturalidad, como uno más de la familia. Los fines de semana lo llevaban a su casa de descanso, lo sacaban a pasear, y Guillermo incluso contó que se convirtió en su gran compañero de vida.
Pero la calma duró poco. Yoyi se mudó nuevamente a un lugar más espacioso y decidió recuperar a su perro, situación que desató el conflicto actual.
Hoy, la relación entre padre e hija atraviesa momentos de tensión. Guillermo asegura que Mono es parte de su día a día, y que la separación lo afecta emocionalmente. “No puedo estar tantos días sin verlo. Cuando está conmigo, me lo llevo a todas partes”, explicó.
Por eso, pidió una tenencia compartida. Su propuesta es clara: dividir los días de la semana para que ambos puedan disfrutar de Mono. Sin embargo, Yoyi no está de acuerdo, y hasta ahora se niega a compartir la tenencia, lo que ha generado fuertes cruces y discusiones.