Esta historia de amor se posiciona entre lo más visto de Netflix por su sensibilidad, química actoral y un guion que toca fibras profundas. Cuál es y de qué se trata esta película romántica.
La película romántica de Netflix que emociona a todos con su historia de amor y es la favorita del año.
"Una historia de amor en Copenhague" ha llegado al catálogo de Netflix y, sin campañas agresivas ni estrellas de Hollywood, se convirtió en un inesperado fenómeno internacional. Desde su estreno el 26 de febrero de 2025, esta película danesa dirigida por Ditte Hansen ha logrado conmover al público, liderando el ranking de los dramas románticos más vistos en la plataforma.
No se trata de una superproducción, sino de una obra con alma, escrita con precisión quirúrgica y desarrollada sobre los pequeños gestos que construyen las relaciones humanas. Por eso, muchos espectadores coinciden en definirla como una "película de lágrima fácil", pero con honestidad. Es de esas que uno no olvida.
El estreno de esta película no vino con grandes expectativas. Sin embargo, a los pocos días, Una historia de amor en Copenhague escaló posiciones en el top global de la plataforma.
La película se centra en Mía, interpretada por Rosalinde Mynster, una joven con una vida sentimental inestable y una sucesión de citas que no terminan de cuajar. Vive en Copenhague, una ciudad que se transforma en un personaje más: sus calles, su clima, su ritmo pausado ayudan a contextualizar el estado emocional de la protagonista.
Mía no busca amor desesperadamente, pero tampoco sabe cómo renunciar a esa esperanza de encontrar una conexión verdadera. Todo cambia cuando conoce a Emil, un hombre encantador al que da vida Joachim Fjelstrup, y que aparece casi como por accidente, sin grandes promesas ni artificios. Desde su irrupción, se genera una tensión emocional que alimenta la narrativa.
Lo interesante de Una historia de amor en Copenhague es que el relato no se apoya en clichés ni en conflictos forzados. Lo que moviliza a los personajes es la búsqueda interior. Mía y Emil tienen heridas abiertas, pasados difusos, decisiones pendientes. No se trata solo de “estar juntos”, sino de sanar, comprender, y asumir riesgos.
Hay una razón por la cual Una historia de amor en Copenhague toca una fibra particular en el espectador contemporáneo: retrata la soledad en la era de las múltiples conexiones digitales. Mía tiene citas, conoce gente, socializa. Pero le cuesta conectar. Esta contradicción, tan presente en la vida moderna, es el núcleo del conflicto.
En lugar de montar una historia de amor idealizada, la película muestra vínculos que se construyen con esfuerzo, que se quiebran, que se rearman. Y aunque hay momentos duros, también hay lugar para la esperanza, algo que se agradece en los tiempos que corren.
Para quienes aún no la vieron, vale la pena buscar un momento tranquilo, una noche silenciosa, y entregarse a Una historia de amor en Copenhague. Porque no todas las películas logran emocionar sin subrayar, y pocas cuentan tanto con tan poco.
