Por qué cada tanto aparece una "señal extraterrestre" (y la ciencia la desmiente)
Cada cierto tiempo surge la noticia de una señal “misteriosa” captada desde el espacio y se instala la duda: ¿es vida inteligente o solo ruido cósmico? Qué son realmente estos fenómenos, por qué generan tanto revuelo y cómo los astrónomos los explican sin necesidad de extraterrestres.
No falla: cada tanto aparece en redes o noticieros una frase irresistible —“Detectan una señal desde el espacio profundo”— y las antenas (metafóricas y reales) se encienden. El rumor toma fuerza, los titulares se tapan entre sí y la imaginación hace el resto. ¿Será una civilización avanzada intentando comunicarse? ¿Un mensaje en clave? ¿Un intento de decirnos “hola” a través de distancias imposibles?
Y después, como siempre, llega la explicación científica: interferencia terrestre, una estrella comportándose raro, un artefacto que estaba fallando o un fenómeno astrofísico completamente natural. Desaparece la ilusión del “mensaje” y volvemos al punto de partida.
Pero, ¿por qué ocurre esto tan seguido? ¿Por qué el universo nos envía señales que parecen misteriosas, aunque no lo sean? ¿Y por qué nos encantan esas historias? Vamos por partes.
Qué es una "señal" desde el espacio
En astronomía, la palabra señal no significa lo mismo que en el lenguaje cotidiano. No se refiere necesariamente a un código, un mensaje o una intención. Los radiotelescopios captan ondas electromagnéticas —radio, microondas, pulsos, estallidos— que llegan desde cualquier rincón del cosmos. La mayoría son emisiones naturales, tan antiguas como el universo mismo.
El problema surge cuando aparece algo que no encaja de inmediato en las categorías conocidas. Un pulso muy intenso, una frecuencia demasiado precisa, una repetición inesperada o un patrón que parece artificial. Ahí es cuando la noticia se vuelve irresistible y aparece el fantasma del “¿y si no estamos solos?”.
Pero que algo sea extraño no lo convierte automáticamente en extraterrestre; solo significa que necesitamos entenderlo mejor.
Las señales que hicieron ruido (sin necesidad de aliens)
Hay ejemplos históricos que explican por qué estos fenómenos ganan titulares tan rápido.
Pulsars: En los años 60, cuando se detectaron por primera vez, su repetición era tan exacta que algunos pensaron en comunicaciones artificiales. Resultaron ser estrellas de neutrones girando como faros cósmicos.
FRBs (Fast Radio Bursts): Estallidos brevísimos y potentes que duran milésimas de segundo. Al principio parecían totalmente inexplicables. Hoy sabemos que muchos provienen de magnetares u otros fenómenos extremos.
Interferencias humanas: Radiotelescopios en Australia registraron durante años una señal misteriosa… que terminó siendo el microondas de la cocina que alguien abría antes de que terminara el ciclo.
Picos de energía sospechosos: Varios resultaron ser satélites, aviones, señales de radar o artefactos electrónicos defectuosos.
La tendencia se repite: primero aparece el misterio; después, la explicación. Lo fascinante es que, aun cuando la causa es natural, el proceso de investigación revela detalles impresionantes del universo.
Por qué seguimos pensando en extraterrestres
Hay una mezcla perfecta para que estos temas exploten:
La idea es emocionante. Pensar que no estamos solos tiene un magnetismo cultural gigantesco.
El universo es inmenso. Con miles de millones de estrellas y planetas, la posibilidad de vida no suena descabellada.
Las señales a veces son realmente raras. Y la rareza, sin explicación inmediata, enciende la imaginación.
El cine y la cultura popular hicieron su trabajo. De Contact a Arrival, estamos entrenados para identificar “señales” aunque no lo sean.
La ciencia avanza muy rápido. Y eso significa que estamos en una época en la que lo desconocido aparece seguido.
Pero los astrónomos son extremadamente cuidadosos. Para considerar siquiera la posibilidad de vida inteligente, una señal debería cumplir criterios muy estrictos: ser repetitiva, llegar de un punto fijo del espacio, mantenerse estable, tener patrones complejos y descartar cualquier interferencia terrestre. Hasta ahora, ninguna ha pasado esas pruebas.
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Cómo se investiga una señal sospechosa
El proceso es bastante meticuloso, casi detectivesco:
Se verifica si la señal aparece en más de un telescopio.
Si solo la detectó uno, suele ser interferencia local.
Se descarta actividad humana.
Satélites, aviones, radares, dispositivos electrónicos: la lista es larga.
Se revisa si coincide con fenómenos ya conocidos.
Pulsars, supernovas, magnetares, estrellas variables, burbujas de plasma.
Se analiza si la señal se repite.
La repetición es clave: un solo “ping” no alcanza para sospechar vida inteligente.
Se evalúa su ubicación.
Debe provenir de una región fija del cielo, no de algo en movimiento.
En la mayoría de los casos, antes de que la noticia se viralice ya existe una hipótesis razonable. Pero la palabra señal dispara otra cosa en el público, y ahí es cuando se arma el revuelo.
Que estas señales no sean extraterrestres no significa que la ciencia haya renunciado a encontrar vida. Al contrario. Hoy las mayores esperanzas están en:
analizar atmósferas de exoplanetas en busca de gases “biológicos”,
estudiar lunas como Europa o Encélado, que podrían tener océanos internos,
comprender cómo surgió la vida en la Tierra para identificar condiciones similares afuera.
Y sí, también existe el SETI, el programa que desde hace décadas escucha el cielo por si aparece algo inequívocamente artificial. Pero la regla de oro se mantiene: la hipótesis extraterrestre es siempre la última opción, nunca la primera.
Entonces… por qué estos temas nunca pierden vigencia
Porque mezclan dos fuerzas muy humanas: la curiosidad y la esperanza. Cada señal misteriosa es una excusa para volver a preguntarnos lo mismo: ¿estamos solos? Y aunque la respuesta científica, hasta ahora, sigue siendo prudente, el impulso de mirar al cielo sigue intacto.
Después de todo, el universo está lleno de ruidos, pulsos, estallidos y destellos. La mayoría no tienen nada que ver con civilizaciones avanzadas. Pero cada vez que aparece algo extraño, por mínimo que sea, nos recuerda que vivimos en un cosmos inmenso, vibrante y todavía lleno de secretos.
Y quizás ahí está la verdadera magia: en seguir escuchando. Aunque, por ahora, nadie nos haya respondido.