Un estudio realizado en Suecia con casi 2.500 adultos mayores, seguido durante 15 años, aportó evidencia sobre la relación entre la alimentación y la aparición de demencia.
Un estudio realizado durante 15 años en Suecia y publicado en Nature Aging arrojó datos sobre la relación entre la alimentación y la salud cerebral en adultos mayores.
Un estudio realizado en Suecia con casi 2.500 adultos mayores, seguido durante 15 años, aportó evidencia sobre la relación entre la alimentación y la aparición de demencia.
Según los autores del trabajo publicado en Nature Aging y difundido por Daily Mail, los resultados mostraron que quienes consumían mayor cantidad de carne roja y procesada, como hamburguesas, embutidos y fiambres, junto con bebidas gaseosas azucaradas, presentaban problemas cerebrales y cardiovasculares más rápido que quienes mantenían dietas equilibradas. Los participantes tenían una edad promedio de 71 años y algo más de la mitad eran mujeres.
En contrapartida, quienes seguían un patrón de dieta mediterránea presentaban significativamente menos enfermedades crónicas. Este estilo de alimentación incluía abundancia de verduras, frutas, cereales integrales, legumbres, frutos secos, pescado y aceite de oliva, con poca carne roja y alimentos procesados.
Según los investigadores, esta dieta contribuía a reducir la incidencia de demencia, problemas cardiovasculares y otras enfermedades asociadas a la edad.
El estudio también analizó la dieta MIND, un plan diseñado específicamente para proteger la salud cerebral y retrasar el deterioro cognitivo.
Esta alimentación combina elementos de la dieta mediterránea con recomendaciones de la dieta DASH (Dietary Approaches to Stop Hypertension), que busca reducir la presión arterial mediante menor consumo de sal, alimentos procesados y grasas poco saludables.
Ambos patrones mostraron beneficios importantes para la salud cognitiva y cardiovascular, reforzando la idea de que ciertos hábitos pueden influir en el riesgo de demencia y otras enfermedades crónicas.
Otra conclusión de la investigación indicó que la alimentación tenía poca influencia sobre problemas articulares asociados a la edad, como la artritis. Esto demostró que, aunque los hábitos alimenticios afectaban la función cerebral y la salud cardiovascular, no alteraban de manera significativa todas las condiciones del envejecimiento.
El estudio no sugirió planes de alimentación específicos. Los investigadores analizaron las dietas habituales de los participantes y las compararon con patrones saludables reconocidos. Los hallazgos reforzaron la idea de que elegir alimentos frescos, naturales y nutritivos contribuía a retrasar la aparición de enfermedades crónicas y protegía la función cognitiva en la vejez.