Descripción de esta realidad: el mundo prácticamente se detuvo. La pandemia nos propone una situación sin precedentes, pudo demostrarnos que aún somos seres humanos vulnerables.
Descripción de esta realidad: el mundo prácticamente se detuvo. La pandemia nos propone una situación sin precedentes, pudo demostrarnos que aún somos seres humanos vulnerables.
Como sociedad tenemos la oportunidad de potenciar nuestras fortalezas, aquellas que aún nos hacen sobrevivir a los momentos más complicados, como las guerras y otras enfermedades. El conocimiento, la comunicación de la información, la inteligencia que se suma a la chance de explotar el compromiso, la solidaridad y la responsabilidad.
Desde hace un tiempo, todos los países del mundo establecieron recomendaciones, luego restricciones y hasta prohibiciones. Entonces nos quedamos en casa a la espera de que todo mejore y exista una solución.
Paradójicamente, la cultura occidental sostiene el paradigma de la libertad como uno de sus valores indiscutibles y, justamente hoy, nos enfrentamos a una libertad acuartelada, en cuarentena, con fronteras cerradas, límites a cada paso y hogares sin salida. Muros, vallas, controles.
La calle, el café, los bares, los deportes, el cine o teatro han quedado para más adelante. Ahora cuidarnos en casa es proteger al otro.
Quedan de lado los colores partidarios, las discusiones se ponen en perspectiva. Qué estupidez humana las peleas por cuestiones insignificantes, ¿no?
La realidad nuevamente demuestra que nuestra economía es débil, con mucha marginalidad y pobreza. Con demasiados índices que alarman, con increíbles porciones de la población que no tienen un nivel de vida mínimamente digno.
Varios hablan de conspiración mundial. Otros del virus chino. Algunos de reajuste poblacional. No lo sé.
Vamos de nuevo. Es tiempo de parar la pelota. Dar de nuevo. Rediagnosticar y retomar el control. Buscar la esencia juntos. Conectarnos con el otro. Los esfuerzos compartidos son ineficientes, el sistema no da respuestas. Demasiadas personas están por fuera de lo posible.
Las reglas del juego son claras, pero para quienes están dentro: los que no llegan a jugar padecen déficits que no pueden ser tolerables por la sociedad en su conjunto, que impotente los mira, sin saber qué hacer, por no querer, no poder o no saber.
Todos somos conscientes de que el sistema falla, pero eso no nos exime de la responsabilidad de expresarlo, reclamarlo y buscar soluciones. Algunos creen que el sistema se autoajusta o que la intervención del Estado garantiza lo máximo que puede. Son reglas de juego, hoy necesitamos más.
Los seres humanos trabajamos activamente para reducir la incertidumbre que nos gobierna, nos sabemos mortales, nadie queda ajeno en esta crisis mundial. Es el tema del año, del lustro, la década. Está en nosotros que no sea la pandemia del Siglo.
Nuevamente, hay héroes. Toda historia los tiene: mártires, sacrificados por el otro. Personal sanitario, médicos, enfermeros, fuerzas de seguridad, los que ayudan a abastecer a los demás. Habrá caídos, víctimas de la enfermedad y la soledad. Fallecidos y sufrientes. Familias tristes.
Las crisis son oportunidades. Ojalá que de una vez se entienda que somos todos iguales, ante dios, la ley o el estado. Estamos todos en el mismo mundo. Único barco planetario.
Pero sobre todas las cosas, estamos todos en la misma, luchando simplemente por sobrevivir como especie.