En las escuelas, los niños jugaban a la guerra, argentinos contra ingleses, eufóricos. "Ya estamos ganando", se leía en la propaganda oficial. La frase, parte de la campaña interna del Gobierno militar argentino (1976-1983), buscaba mantener el entusiasmo de la opinión pública en el territorio del país sudamericano, mientras en las islas, en el frío Océano Atlántico, se aproximaba la derrota.
En las casas, en los bares, en las calles, no había solo ilusión infantil o ingenuidad adulta. Si bien muchos mayores replicaban la lógica del juego de guerra y el triunfalismo bélico alimentado por la desinformación, otros tantos sabían o intuían que esa guerra era una empresa destinada al fracaso.
Mientras tanto, abajo en territorio argentino, se disponían rápidamente a repeler los ataques británicos. El subteniente Sánchez al mando de una unidad lanzadora misilística logra impactar y derribar un avión caza Sea Harrier.
Y por otro lado el Cabo Principal Almada, quien comandaba una unidad de artillería antiaérea, en una ráfaga de disparo logra derribar otro caza Sea Harrier. Esa primera agresión británica se cobró las vidas de los Cabos Héctor Ramón Bordón y Guillermo Ubaldo García, ambos se desempeñaban como centinelas pertenecientes a la Policía Militar de la Fuerza Aérea Argentina destinados a la vigilancia del aeródromo de Puerto Argentino.
A lo largo del conflicto, la Operación Black Buck estuvo compuesta por un total de siete misiones, de las cuales dos tuvieron que ser abortadas por distintas razones técnicas, incluido el mal tiempo. En lo que respecta al éxito total de la Operación la misma terminó siendo muy cuestionada, dado que si bien se producían daños materiales que en realidad eran menores, los argentinos los reparaban rápidamente manteniendo la operatividad de la pista prácticamente hasta la finalización de la guerra.
Argentina, que siempre ha reclamado la soberanía sobre las islas como herencia de la Corona española, ha endurecido su posición y ha multiplicado sus críticas desde que, a comienzos de 2010, las autoridades locales, siempre guiadas por Londres, empezaron a hacer concesiones unilaterales a empresas británicas para la exploración de gas y petróleo.
Como señala Daniel Montamat, ex presidente de YPF, con 13.700 barriles por día, lo mínimo que se espera sacar a partir de 2016 si se cumplen las previsiones, la renta de las islas aumentaría en unos cien millones de dólares, más que suficiente para que a Londres le saliera gratis su defensa y se planteara en serio un cambio de estatuto, tal vez pensando en un estado libre asociado como Puerto Rico.
«Las concesiones unilaterales de licencias de explotación (...) son una escalada del conflicto, pero pueden transformarse en la punta del ovillo para retomar el diálogo», explica Montamat. «Bajo el paraguas de la soberanía, las negociaciones deberían orientarse a la discusión de la renta del petróleo que puede extraerse en la zona». Las empresas británicas ya han invertido 1.500 millones de dólares en varias plataformas de exploración y tienen previsto invertir otros 2.000 millones en los próximos años.