La muerte del Papa Francisco, a los 88 años, generó una conmoción mundial no solo por lo que representó como líder espiritual de la Iglesia Católica, sino también por su humanidad, su estilo cercano y, claro, por su inquebrantable pasión por el fútbol. El socio N°88235 de San Lorenzo dejó un rincón futbolero en el corazón del Vaticano que hoy cobra aún más valor simbólico: una vitrina-museo con tesoros del deporte más popular del planeta.