Respecto al rumbo económico, recalcó que, “con gobernabilidad reforzada y un orden macrosólido, estamos en condiciones de girar sobre un nuevo punto de inflexión y proyectar una trayectoria de crecimiento que pocos imaginaban posible”. “Nuestro principal obstáculo hoy es más psicológico que técnico, el germen de las expectativas negativas", diagnosticó y analizó que "décadas de intentos fallidos nos dejaron un sesgo estructuralmente pesimista en las expectativas que demora el impacto de las medidas que tomamos y eleva la exigencia sobre sus resultados”.
Además, reflexionó sobre la economía: “La formación de expectativas sigue afectada por décadas de abuso, en particular el abuso monetario sobre la sociedad. Por eso adoptamos una posición extremadamente conservadora, construir credibilidad paso a paso, intentar dar un paso hacia adelante cuando conseguimos muy bajo el riesgo de tener que dar dos pasos hacia atrás. Cada error puede costar todo el esfuerzo hecho hasta ahora”.
En cuanto al esquema cambiario, afirmó que “el hecho de que exista este debate representa una mejora sustancial, porque lo que se debate es la velocidad y los grados de libertad, no la dirección". "Estamos debatiendo cuánto y cuándo vamos a flotar libremente”, planteó. En esta instancia, hizo hincapié en los aspectos técnicos: “Por un lado, está el anhelo y la ansiedad de completar la transición hacia una economía de más libre mercado, y por el otro, los aspectos técnicos como la liquidez y la estructura del mercado de cambios”.
El titular del Banco Central cuestionó el estado de la economía heredado de la gestión anterior de Alberto Fernández: “En el frente cambiario es importante no olvidar el punto de partida. Heredamos un sistema con trece mil millones de dólares de depósitos, encajes en el Banco Central de once mil millones de dólares, cincuenta mil millones de dólares en deuda por importaciones impaga, y cero en la caja”. Por eso, valoró que hoy el sistema bancario posea “el mayor nivel de depósitos en dólares de su historia, con treinta y cinco mil millones de dólares”, y que los créditos en dólares están al “noventa y ocho por ciento, con dieciocho mil millones de dólares, y un banco central con suficientes reservas para afrontar los encajes de los bancos”.
Respecto al momento en el que se normalice el esquema cambiario, Bausili aclaró: “Pasamos de corregir desequilibrios heredados a normalizar el funcionamiento de la economía y flexibilizar regulaciones. Eventualmente, esto nos permitió transicionar hacia un esquema de flotación entre bandas con mínima restricción y un sendero claro hacia la flotación total, a medida que las bandas se amplían y que entran a regir normas como la distribución de dividendos de multinacionales a partir del ejercicio de dos mil veinticinco”. Al respecto, precisó que esas "bandas, con una amplitud inicialmente enorme en comparación con esquemas similares del cuarenta por ciento, fueron clave para anclar expectativas en la transición hacia un esquema basado en metas agregados monetarios“.
Sobre el futuro de las regulaciones cambiarias, aseguró: “El objetivo final es, sin lugar a dudas, la eventual flotación cambiaria y la competencia de monedas. Este es un buen ejemplo donde el balance de riesgos hizo que prioricemos las restricciones vinculadas a su implementación sobre el principio de libertad económica que se busca alcanzar en el tiempo”. Añadió que la etapa próxima en lo cambiario y monetario deberá “balancear dos objetivos, promover el equilibrio monetario que resulte en la reducción de la inflación, y continuar mejorando el balance del Banco Central con la acumulación de reservas en su activo”.