En contraste, estados como California, Texas, Nueva York, Illinois y Florida sí aplicaron el ajuste y comenzaron a operar bajo el horario estándar de invierno. En estos territorios, la vida cotidiana experimentó modificaciones inmediatas: jornadas laborales con amaneceres más luminosos, tardes más breves y un impacto emocional que, según especialistas, tiende a sentirse con fuerza durante las primeras semanas.
La madrugada del domingo estuvo marcada por reportes de usuarios que notaron inconsistencias entre distintos aparatos. Electrodomésticos con relojes digitales, sistemas de sonido, viejos despertadores y tableros de vehículos fueron señalados como los dispositivos que más confundieron a la población, ya que muchos no actualizaron la hora automáticamente o mostraron un ajuste parcial que obligó a verificaciones adicionales. Por el contrario, teléfonos inteligentes y relojes inteligentes de marcas líderes realizaron el cambio sin inconvenientes, siempre y cuando la función de “ajuste automático” estuviera activada. En los casos en que esta opción había sido desactivada por el usuario —por desconocimiento o costumbre— la confusión resultó aún mayor.
Frente a estos inconvenientes, las autoridades locales emitieron una serie de recomendaciones que se difundieron ampliamente en redes sociales, noticieros y sitios oficiales de organismos de transporte y energía. El principal consejo consistió en verificar todos los aparatos del hogar durante el día posterior al ajuste, especialmente aquellos utilizados para programar alarmas, asistencias laborales o recordatorios médicos. También sugirieron revisar los relojes de los vehículos para evitar errores en desplazamientos durante la semana posterior al cambio, cuando muchas personas todavía no terminan de adaptarse a la nueva referencia horaria.
Los especialistas en sueño y salud pública volvieron a poner sobre la mesa un debate que gana fuerza cada año: los efectos del cambio de horario sobre el organismo. Aunque atrasar una hora suele considerarse menos disruptivo que adelantarla, los expertos advirtieron que el cuerpo igualmente necesita tiempo para adaptarse a la modificación, especialmente en personas con rutinas rígidas, trabajadores nocturnos, niños y adultos mayores. Entre los síntomas más mencionados se encontraron leves alteraciones del sueño, somnolencia diurna, irritabilidad o dificultad para concentrarse durante los primeros días posteriores al ajuste.
Para mitigar estos efectos, profesionales del descanso recomendaron acostarse unos minutos antes del horario habitual durante las jornadas previas y posteriores al cambio, mantener una rutina constante de sueño, evitar el uso de pantallas antes de dormir y realizar actividad física moderada para facilitar la regulación del reloj biológico. Además, insistieron en que los primeros días tras el ajuste son claves para reordenar las rutinas familiares, especialmente en hogares con niños en edad escolar, quienes suelen sentir de manera más marcada el desfasaje temporal.
El sector del transporte también vivió una jornada intensa. Las aerolíneas, empresas de trenes y servicios de autobuses aplicaron de forma simultánea la actualización de sus horarios oficiales. Los itinerarios fueron ajustados desde la madrugada del domingo, lo que obligó a miles de pasajeros a revisar sus reservas y conexiones para evitar confusiones, especialmente quienes viajaban entre estados que sí cambiaron la hora y territorios que la mantuvieron. Aunque no se reportaron incidentes graves, varias compañías reconocieron un incremento en las consultas y en la demanda de asistencia al cliente durante toda la mañana.
En las plataformas digitales de reservas, algunos usuarios reportaron diferencias temporales entre los horarios publicados y el ajuste real aplicado por las aerolíneas, lo que generó advertencias y comunicados de las propias empresas instando a verificar la información con frecuencia. La sincronización entre sistemas internacionales, servicios en la nube y bases de datos locales volvió a poner en evidencia la complejidad logística que implica el cambio horario, especialmente en un país con tantos husos y excepciones territoriales.
Por su parte, los organismos de emergencia y servicios públicos también trabajaron con ajustes programados. Centros hospitalarios, estaciones de policía, bomberos y operadores energéticos reforzaron sus equipos durante la madrugada del cambio para garantizar que los sistemas críticos —como registros, turnos, monitoreos y desplazamientos— no sufrieran interrupciones. Algunos centros médicos informaron que, como cada año, debieron adaptar manualmente ciertos equipos que operan con registros basados en la hora del sistema, lo que exigió mayor coordinación entre los turnos nocturnos.
La jornada también dejó en evidencia un fenómeno cultural recurrente en Estados Unidos: el debate público sobre la continuidad o eliminación del cambio estacional de hora. Cada año, legisladores, grupos ciudadanos y organizaciones comerciales reavivan la discusión sobre si el país debería mantener o abolir por completo esta práctica. En los últimos años, varios intentos de reforma avanzaron a nivel estatal e incluso federal, pero ninguno logró establecer un consenso definitivo. La diversidad geográfica, económica y climática del país dificulta cualquier decisión uniforme, y mientras algunos estados buscan mantener el horario de verano de forma permanente, otros apoyan el horario estándar como el más saludable para la población.
Este último ajuste horario volvió a alimentar ese debate. Diversos sectores empresariales, sobre todo aquellos vinculados al comercio y al entretenimiento, defendieron los beneficios del horario de verano, argumentando que proporciona más luz natural por la tarde y, por ende, mayor actividad comercial. En contraste, asociaciones médicas y especialistas en sueño insistieron en que el horario estándar resulta más adecuado para el funcionamiento del organismo humano y para disminuir trastornos de salud asociados al ritmo circadiano.