El ataque incluyó el despliegue de bombarderos B-2, en lo que fue la misión aérea más extensa desde 2001, y marcó el primer uso en combate de la bomba MOP (Massive Ordnance Penetrator), capaz de perforar búnkeres subterráneos.
Horas después del ataque, la Guardia Revolucionaria iraní respondió lanzando 40 misiles contra Israel, provocando al menos 80 heridos y daños considerables en Tel Aviv. El ejército israelí contraatacó rápidamente, apuntando a lanzadores y objetivos militares en el oeste de Irán.
Desde el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) se informó que no se registraron aumentos de radiación fuera de los sitios bombardeados, aunque continúa el monitoreo constante.
“Estados Unidos no busca una guerra. Pero actuaremos con rapidez y decisión si nuestro pueblo, aliados o intereses se ven amenazados. Irán debería saber que el presidente Trump habla en serio”.
La operación estadounidense se da luego de una semana de ataques israelíes que habrían debilitado significativamente las defensas aéreas iraníes, preparando el terreno para esta ofensiva conjunta que marca una escalada sin precedentes en la región.