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Historia del Feminismo: cuándo comenzó todo

Historia del Feminismo: cuándo comenzó todo

La igualdad de género, los hechos de femicidios cada vez más recurrentes, la polémica por la legalización del aborto y la desigualdad laboral; son algunos de los temas que han puesto la preponderancia de la voz de la mujer por delante, en los últimos tiempos. Debido a esto, muchos piensan que el “feminismo” es un movimiento actual y reciente, pero la historia del feminismo comenzó hace mucho.

La lucha por el principio de igualdad entre hombres y mujeres, como define la Real Academia Española al término “feminismo”, se remonta a cientos de años atrás. La historia del feminismo se generó en base a la desigualdad de la mujer, y a luchar por conseguir los mismos derechos políticos, culturales, económicos y sociales que ya poseían los hombres.

El feminismo ilustrado

Si bien los registros históricos rescatan los primeros antecedentes del feminismo en la antigua Grecia, cuatro siglos antes de Cristo con la filósofa Hiparquía (esposa de Crates de Tebas), que siguió los principios del movimiento Cínico (en contra de la civilización y sus estatutos, y a favor de la naturaleza); el detonante definitivo fue la publicación de la obra “Vindicación de los derechos de la mujer” de Mary Wollstonecraft, pos revolución francesa.

En 1789, la toma de la bastilla en Francia, planteó como objetivo principal la consecución de la igualdad jurídica, y las libertades y derechos políticos de los hombres.

Pero esta revolución fue planteada exclusivamente para ellos. Es por eso, que esa contradicción marcó el comienzo de una lucha sostenida del primer feminismo: que esas mismas libertades pedidas, alcanzaran a una mujer.

En ese contexto, la autora inglesa Wollstonecraft escribe y publica su libro, colocando el énfasis de la liberación femenina, en el acceso a la educación. “Las mujeres educadas podrían desarrollar su independencia económica, accediendo a actividades remuneradas”, según sus palabras.

Le siguieron las publicaciones de la “Declaración de los derechos de la mujer y de la Ciudadana”, redactadas por Olimpia de Gouges en 1791, quien afirmaba que la revolución se había olvidado de las mujeres en su proyecto igualitario y liberador. Olimpia proponía igualar la libertad y derechos políticos para la mujer. Especialmente, su derecho al voto.

En el año 1804, con la creación del Código Civil Napoleónico se desestimó todos estos pedidos, y definió al hogar “como el ámbito exclusivo de la mujer”. Se fijaron penas para los delitos de adulterio y aborto, y muchas de las mujeres que habían compartido su espíritu de lucha en la revolución tendrían un mismo destino: la guillotina o el exilio.

Un segundo intento: el feminismo y el sufragio

Del otro lado del océano, en Estados Unidos, las mujeres comenzaron a ocuparse de los derechos de igualdad, en cuestiones políticas y sociales cerca de 1840; entre los hombres, las mujeres y los esclavos. Luego de un Congreso Antiesclavista Mundial, celebrado en Londres, y de varios congresos más, finalmente se aprobó la “Declaración de Séneca Falls”, uno de los textos primarios y básicos del sufragismo americano.

El objetivo del sufragismo tenía dos objetivos: el derecho a voto para la mujer y el acceso a los derechos educativos. Este movimiento pretendía abarcar a todas las mujeres, independiente de su clase social y destacando, todas las discriminaciones que sufrían.

El movimiento sufragista se inició en Inglaterra alrededor del año 1851 y luchó ininterrumpidamente más de 40 años para lograr tener algo de voz y presencia en el Parlamento inglés.

Tuvieron que suceder, a principios del siglo XX infinidad de sucesos como luchas y protestas directas, huelgas de hambre, encarcelamiento de mujeres, y actos terroristas contra edificios públicos; para que recién después de la primera Guerra Mundial en 1928, las mujeres pudieran acceder al voto en igualdad de condiciones.

Hacía la década del 30, casi la mayoría de los países de Europa habían reconocido el “derecho al voto femenino”, salvo en Suiza, el cual no fue aceptado hasta 1970.

Tercer intento: el feminismo liberal y radical

Después de intentar que las mujeres volvieran al hogar, luego de haber ocupado lugares fundamentales en las dos guerras mundiales (mientras los hombres estaban en el campo de batalla), las mujeres fueron impulsadas a luchar contra eso, con el movimiento del “Misticismo del Feminismo” publicación de Betty Friedan en EE.UU., en 1963. Anteriormente a eso, “El segundo sexo” de Simone de Beauvoir en 1949, sentó un precedente importante en la era del sufragismo y la renovación de la lucha de la mujer.

En los siguientes años, ya entrada la década del 70, se crearon movimientos feministas de derecha y movimientos feministas de izquierda. Cada uno de ellos, abogando por los derechos de la mujer y expresando el descontento del “rol de la mujer dentro del sistema”.

Surgieron obras fundamentales como “Política sexual” de Kate Millet y “La dialéctica de la sexualidad” de Sulamit Firestone (1970). Mientras que el feminismo radical luchó por superación de los géneros, el feminismo liberal o cultural intentó mostrar “el principio femenino”.

El Feminismo de tercera ola

Así se denomina al movimiento que comenzó a finales de la década del 80 y continúa hasta la actualidad. Según una publicación de Rosemarie Tong en el año 2009, la problemática es entender que existen múltiples modelos de mujer, determinados por cuestiones sociales, étnicas, de nacionalidad, clase social, orientación sexual o religión.

A causa de esta lucha de cientos de años, el feminismo ha logrado grandes cambios en la historia, donde las mujeres han podido acceder a la educación, al ejercicio del voto, la protección de sus derechos sexuales y reproductivos, los estudios de género.

Sin embargo en ningún país se ha logrado igualar los derechos laborales del salario femenino (a igual salario, igual trabajo).

Tampoco se ha podido legislar el control de los abortos espontáneos (donde mueren miles de mujeres por año), y la detención de la violencia, muerte y abuso o agresión sexual contra la mujer (a pesar de la lucha mundial en todos los ámbitos). Cómo el movimiento en Argentina y América Latina de “Ni una Menos”, y en los Estados Unidos del “Me too” (yo también).

Por eso, es necesario seguir luchando.

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