Una manera de decirlo: en Los Murciélagos, la Selección Argentina de fútbol masculino para ciegos, hay mucha superación personal.
Una manera de decirlo: en Los Murciélagos, la Selección Argentina de fútbol masculino para ciegos, hay mucha superación personal.
Es también la historia de una potencia mundial, un equipo que no se cansó de superar adversidades para contagiar y transmitir valores en la sociedad.
Bienvenidos al equipo que ya es leyenda.
Para los antiguos romanos, el significado de murciélago era un ratón ciego. Para ir al origen de cómo se gestó este grupo humano, hay que conocer a Enrique "Quique" Nardone, su alma máter. Los chicos que un día empezaron a patear una pelota con un cascabel con el objetivo de orientarse en una cancha de fútbol, encontraron en él a alguien que no se cansó de luchar a pesar de los imponderables que se le presentaron para que todos disfruten del deporte adaptado.
La semilla se plantó y nunca dejó de germinar hasta convertirse en campeones mundiales y el reconocimiento fue para siempre.
—¿Cuál es tu respuesta inmediata cuándo te preguntan por Los Murciélagos?
—Mucha satisfacción y orgullo. De crear en una cultura vacía, que no existía, algo tan importante y que fue trascendente. Y que a partir de ahí empezó lo que se puede decir el deporte adaptado. Nosotros fuimos una bisagra. No existía que un grupo de personas se transformaran en un gran equipo, más que nada con personas con discapacidad.
—¿De dónde viene tu compromiso en el deporte con las personas con discapacidad?
—Lo analicé mucho. Muchas veces creemos que las cosas son casualidades, pero no. Hay causalidades. No bien estaba terminando el profesorado, aparece una oportunidad de trabajo, que casi que me la súplica una señora que vivía a la vuelta de casa a quien yo le llevaba el diario.
Quique era profesor de educación física pero repartía diarios y revistas. El oficio lo llevó por lugares insospechables. Pero la frase de la señora lo marcó para siempre: "Hay una vacante, hay un grupo de cieguitos en un instituto y es para darle recreación", le dijo.
A los pocos días, Nardone fue al Ramsay (Agencia Nacional de Discapacidad) a ver cómo trabajaban. Cuando la directora le confirmó que el puesta era suyo, comenzó a ver con más detenimiento a los chicos.
"Como soy muy inquieto, no me gustaba quedarme ahí tranquilo", recuerda.
Probó con decirles de correr y que empiecen a educar el cuerpo. Con esas acciones, Nardone comenzó a notar que cada día tenía más aceptación en el grupo y así llegaron un montón de otros deportes.
Todos tenían la necesidad de moverse para no aburrirse.
“A partir de esas inquietudes, encuentro el fútbol. Lo jugábamos de una forma mezclada. Empecé a separar todo eso. Después me fui aggiornando y conociendo que en otros países también lo hacían. No existía ni la computadora, ni el WhatsApp, recibía una revista con información. En un momento supe que esto era una posibilidad. Y empecé acá en Buenos Aires. Ya teníamos un gran grupo de ciegos y les dije de armar una Liga Nacional. Y así arrancó con dos equipos de acá de Buenos Aires, después la pudimos hacer más grande".
La idea de que las personas ciegas podían jugar al fútbol ya estaba instalada. "Nos llevaban de gira por todos lados. En esas giras por todo el país, buscábamos a otras personas ciegas para convencerlos de que jueguen", recuerda Nardone.
Así nació la Federación de Deportes para Ciegos, que sirvió para darle un marco de contención. Hasta que en 1991 vino la primera experiencia internacional de Los Murciélagos.
—Cuándo hacés el repaso de todo lo vivido, ¿cuál es esa imagen que se te viene a la mente?
—La que veo y la que siempre me gusta es que yo tenía una visión de plantar banderas en el mundo. Es escuchar el himno, ver flamear la bandera, estar en la formación. Mirar al cielo y saber que vos estás lejos pero está tu familia. Después salga el resultado que salga. La gran mayoría salieron bien, pero a mí lo que más me llena de orgullo y satisfacción es escuchar el himno. A partir de ahí sale lo mejor, lo que trabajaste.
—¿Cuál es el mayor prejuicio que hay que seguir derribando?
—Primero es el desconocimiento. Si bien ahora es menor, sigue. Es un desconocimiento que a veces se torna caprichoso. Una de las cosas grandes es la ignorancia. Que no es pecado. Pero si vos empezás a conocer, empezás a saber que vas a tratar a la gente de otra forma. Hay mucha gente que tiene cierto prejuicio. Muchos en la sociedad tienen esa mirada paternalista, de pobrecitos. Cosa que no tendría que existir.
Nardone habla de oportunidades. "Yo no creo en la imposición por la imposición misma. Ahora los ciegos y las ciegas son fantásticos, tienen que jugar. A mi me gustaría que en una escuela, el diseño curricular de Educación Física sea más intensiva. Donde vos le des posibilidades a un chiquito con discapacidad visual a que aprenda a moverse con seguridad. Que si quiere hacer natación, si quiere hacer fútbol, quiere cruzar la calle, lo pueda hacer con seguridad. Pero para hacer eso hay que hacer un triángulo bárbaro entre las familias, la escuela y el chico o la chica".
"Me topé mano a mano con presidentes diciéndoles: 'Esto es una necesidad, tenemos que hacerlo'. El tipo se quedó como diciendo este que me viene a decir. Y otro me decía que no era importante. Para vos no es importante. Para un montón de gente, sí es importante".
La historia de Los Murciélagos es una enseñanza de vida. Es un modelo que requiere de esfuerzo, sacrificio y destreza. Es entender cómo el deporte te enseña a trabajar con modestia sin esperar nada de nadie y con el tácito mandato de exigirse todo a sí mismo.