Cuando llegó el primer agente policial al lugar del crimen, Bustos Sánchez lo recibió con una frase que buscaba desviar las sospechas: “Mi amigo se mató, se mató con un cuchillo. Le dio un brote psicótico”.
La escena era brutal. El cuerpo de Amarfil yacía desnudo sobre el asfalto, con signos evidentes de violencia. La hipótesis del suicidio fue rápidamente descartada.
Según reconstruyó la Justicia, esa noche ambos habían salido a cenar como solían hacerlo con frecuencia. Viajaron en un Ford Focus y, de regreso, se detuvieron en una zona poco transitada. Allí habrían mantenido relaciones sexuales. La acusada, presuntamente, le ató las manos al volante, le colocó un antifaz y lo atacó con un arma blanca.
El testimonio de la hermana de Luciana Bustos
Graciela, hermana de la víctima, relató en declaraciones que su hermano estaba atravesando un duelo difícil por la reciente muerte de su madre. También reveló que Bustos Sánchez formaba parte habitual de la vida familiar: “Venía todos los días, tomaban mates, hablaban. Era parte de nosotros”.
Sobre el tipo de vínculo entre ambos, sostuvo: “Nunca dijeron que eran novios o pareja, pero era un trato más que de amigos. Él le decía ‘vida’. Le tenía un cariño muy especial”.
También señaló que tenían un emprendimiento inmobiliario conjunto desde 2019, basado en la compra y venta de terrenos. Según su testimonio, existían planes para abrir dos gimnasios. “Creemos que el desencadenante fue la plata, no encuentro otro motivo”, afirmó.
A pesar del hermetismo con el que manejaban sus asuntos personales y financieros, la hermana de la víctima no duda de que había una relación afectiva profunda y compleja entre ambos. “Parecían inseparables. Nunca pensamos que algo así podía pasar”, expresó.
Con la condena dictada, Luciana Bustos Sánchez, conocida en su entorno como “La Luchi”, comenzará a cumplir una pena de prisión perpetua por un crimen que sacudió no solo a su círculo cercano, sino también al mundo académico y científico del país.