Durante el trayecto hasta la Fiscalía, los periodistas aprovecharon para hacerle preguntas directas, buscando una reacción emocional o una declaración que rompiera con la frialdad habitual. “Pablo, ¿qué le decís a tu mamá?”, “¿Estás bien psicológicamente, Pablo?” y “¿Con quién querés que quede tu hijo, Pablo?”, fueron algunas de las consultas lanzadas en medio de empujones, micrófonos y cámaras que intentaban registrar cada gesto.
Sin embargo, la comunicación fue mínima y confusa. Algunos periodistas presentes interpretaron que Laurta respondió con un “sí” muy tenue a la pregunta sobre su estado psicológico. “Dijo que sí, ¿no? Dijo que sí”, comentó una cronista en medio de la transmisión en vivo. Otros señalaron que solo se lo vio hacer un leve movimiento con la cabeza, sin que quedara claro si efectivamente contestó. “Creo que respondió cómo estaba psicológicamente… nada más. Dijo que estaba bien”, relató otro periodista, aunque con dudas.
La periodista Belén Bianchi aportó su impresión personal: “Se lo escuchó muy poco”, mientras que el especialista en policiales Mauro Szeta agregó: “Dijo, cuando le preguntaron cómo estaba psicológicamente, vi que con la cabeza hizo así, pero no sé si respondió a algo, ¿no?”. La escena reflejó la dificultad de obtener respuestas directas de Laurta, incluso en un contexto tan cargado de expectativa como el de su traslado judicial.
El caso que lo involucra ha conmocionado a todo el país. Pablo Laurta está acusado de asesinar a su expareja Luna Giardina, de 26 años, y a la madre de esta, Mariel Zamudio, de 54, en un brutal ataque ocurrido en Córdoba. Además, se lo investiga por el homicidio de Martín Sebastián Palacios, el remisero que fue hallado muerto luego de ser contactado por Laurta para un traslado.
La investigación judicial avanza con múltiples líneas, que incluyen peritajes, análisis de comunicaciones y reconstrucciones detalladas de los últimos movimientos del acusado. Las autoridades buscan esclarecer no solo los motivos del doble femicidio, sino también cómo se dio la secuencia de hechos que culminó con la muerte del remisero. La fiscalía trabaja en la acumulación de pruebas que permitan sostener la acusación en el juicio, mientras que la defensa aún no ha dado señales claras sobre la estrategia que adoptará.
En paralelo, la figura de Laurta ha despertado un fuerte interés mediático, tanto por la gravedad de los crímenes como por su actitud distante, casi imperturbable, frente a las cámaras. Sus declaraciones —pocas, crípticas y centradas en su hijo— contrastan con la magnitud de los hechos que se le atribuyen. Esa aparente calma ha generado debate entre especialistas sobre su estado psicológico y sobre si podría estar intentando construir un perfil determinado de cara a un eventual proceso judicial.
De acuerdo con información difundida por Mauro Szeta, el próximo paso será su traslado a una cárcel de mayor seguridad. “Si se cumplen los plazos que dijo el Ministro de Seguridad de Córdoba, va a haber un traslado a una cárcel de mayor seguridad. No va a quedar ahí en tribunales, en lo que se llama la leonera, sino que lo trasladan”, explicó el periodista. Esto implica que Laurta dejará de estar en el área de detención provisoria de tribunales para ser alojado en un establecimiento penitenciario de régimen más estricto, donde quedará bajo vigilancia permanente.
La decisión de reforzar las condiciones de seguridad responde tanto a la gravedad de las imputaciones como a la necesidad de evitar incidentes durante el proceso judicial. La expectativa es que las próximas semanas sean claves en el avance de la causa, ya que se espera que surjan nuevos elementos periciales y testimonios que ayuden a esclarecer los hechos.
En este contexto, las palabras de Laurta sobre su hijo adquieren un peso simbólico importante. Mientras evita hablar del crimen, insiste en mencionar la “protección” del menor, lo cual ha sido interpretado de distintas maneras. Para algunos analistas, podría tratarse de una justificación personal para sus actos, mientras que otros consideran que busca instalar un relato en torno a su rol como padre, posiblemente de cara a un eventual juicio.
Por el momento, la investigación judicial y el seguimiento mediático avanzan en paralelo, con una opinión pública expectante y profundamente conmocionada. El caso ha puesto en el centro del debate la violencia de género, los femicidios y el impacto de estos crímenes en los entornos familiares, especialmente cuando hay menores involucrados.
El crimen de Luna Giardina y Mariel Zamudio fue uno de los hechos más estremecedores ocurridos en Córdoba en los últimos tiempos. Según las primeras reconstrucciones, el ataque se produjo en el domicilio de las víctimas y fue ejecutado con extrema violencia, lo que provocó una rápida respuesta policial. Tras los asesinatos, Laurta huyó junto a su hijo y recorrió varios kilómetros, cruzando incluso a otra provincia, hasta que fue localizado y detenido en Gualeguaychú, Entre Ríos, tras un amplio operativo de búsqueda.
Desde su detención, cada aparición pública del acusado ha sido seguida con atención. Sus silencios y respuestas evasivas generan interpretaciones y análisis constantes, mientras la Justicia se prepara para avanzar hacia las próximas etapas del proceso penal. La sociedad cordobesa, conmocionada por la brutalidad del hecho, exige respuestas y justicia para Luna, Mariel y Martín.
Pablo Laurta, por su parte, parece mantenerse en una postura calculadamente distante. Sus frases cortas, sus gestos medidos y su insistencia en hablar solo de su hijo configuran un perfil que intriga tanto a los investigadores como a la opinión pública. Con el inminente traslado a una cárcel de alta seguridad y nuevas instancias judiciales por delante, su figura seguirá ocupando un lugar central en el desarrollo de la causa.