Durante la fase folicular —la primera mitad del ciclo menstrual— el aumento del estrógeno mejora la calidad del sueño y potencia la fase REM, vinculada con la memoria y el procesamiento emocional. Pero en la fase lútea —la segunda mitad—, los niveles más altos de progesterona pueden generar somnolencia diurna y, paradójicamente, un descanso más interrumpido, con más despertares nocturnos y hasta un 27 % menos de sueño profundo.
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Esa notificación que no llegó… pero que todavía esperás. Foto: Internet/Significado de los sueños.
La entrenadora de inteligencia corporal Shantani Moore, desde Los Ángeles, organiza sus rutinas en función de su ciclo y su descanso. “Cuando no duermo lo suficiente, me siento nerviosa y agotada. Luego llega la confusión mental, tomo malas decisiones y reacciono mal ante los demás. Todo se acumula”, relata.
Entre el trabajo, la casa y el insomnio
A la biología se suman los factores sociales y estructurales que impactan en cómo duermen las mujeres.
Sabrina —nombre ficticio— vive en Karachi, Pakistán, y admite que su cansancio tiene más que ver con la rutina que con la biología. “Duermo seis o siete horas por noche, pero necesito al menos doce para sentirme realmente descansada”, cuenta.
Su jornada comienza temprano: plancha la ropa, prepara el desayuno, limpia la casa, cocina el almuerzo y la cena. Cuando no puede cumplir con todo, la culpa aparece. “Me siento perezosa, aunque sean cosas que llevan solo diez minutos”, confiesa. Los fines de semana, cuando puede, duerme hasta 13 horas seguidas.
Clara Paula, trabajadora autónoma en Berlín, encontró una salida al estrés del insomnio gracias a la flexibilidad de su empleo. “Ahora duermo siete, ocho o incluso nueve horas. Nadie me obliga a sentarme frente a la computadora. Empiezo más tarde, hago pausas y termino antes”, explica.
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Un reencuentro soñado con quien alguna vez fuiste: soñar con un amigo que ya no ves puede ser un viaje a lo que sigue vivo en vos. Foto: Internet/Significado de los sueños.
El psicólogo del sueño Julio Fernández-Mendoza, de Penn State Health (EE. UU.), detalla que las mujeres tienden a dormir más tiempo y de manera más profunda, incluso bajo condiciones controladas. “Tienen más fases de sueño profundo (N3) y más sueño REM”, señala.
La razón, dice, podría estar en la biología misma: “Un cuerpo diseñado para crear vida necesita protección. Debe poder dormir y funcionar incluso mientras lleva dentro a otro ser humano”.
Aun así, las mujeres reportan el doble de síntomas de insomnio que los hombres, y la diferencia aparece desde la pubertad. “A los 11 o 12 años, las niñas ya manifiestan más problemas para dormir que los varones, y esa tendencia continúa en la adultez”, añade el especialista.
En parte, sí. “Dormir más puede ayudarte a sentirte más alerta porque recuperás horas de sueño perdido”, explica Fernández-Mendoza. Pero advierte que eso no significa que el cuerpo se haya recuperado del todo.
“Puede aliviar la somnolencia, pero no necesariamente revierte los efectos acumulados sobre la salud. Las funciones cognitivas, como la atención o el tiempo de reacción, tardan mucho más en restablecerse”, concluye.