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Se conoció un nuevo dato de la transmisión en vivo de la tortura y el asesinato de Brenda, Morena y Lara

En medio de las declaraciones de los nueve detenidos vinculados al triple crimen de Florencio Varela, que conmocionó al país y se cobró la vida de Lara Gutiérrez, Brenda Loreley Del Castillo y Morena Verdi, la investigación se adentra en uno de los aspectos más oscuros y escalofriantes del caso: la supuesta transmisión en vivo de las torturas y asesinatos en la llamada “Casa del horror”.

Se conoció un nuevo dato de la transmisión en vivo de la tortura y el asesinato de Brenda, Morena y Lara

En medio de las declaraciones de los nueve detenidos vinculados al triple crimen de Florencio Varela, que conmocionó al país y se cobró la vida de Lara Gutiérrez, Brenda Loreley Del Castillo y Morena Verdi, la investigación se adentra en uno de los aspectos más oscuros y escalofriantes del caso: la supuesta transmisión en vivo de las torturas y asesinatos en la llamada “Casa del horror”.

El caso, que ya había generado un fuerte impacto social por la brutalidad de los crímenes, suma ahora una nueva dimensión: la posible difusión en tiempo real de los hechos a través de redes sociales y aplicaciones de mensajería encriptada, lo que abre un abanico de interrogantes sobre la logística detrás de este macabro suceso y el rol de terceros que habrían presenciado las escenas sin intervenir.

La información fue difundida en las últimas horas por el programa “Mujeres Argentinas”, que accedió a nuevos detalles sobre la plataforma y el recorrido del video que habría registrado el momento exacto de las torturas y la ejecución de las tres jóvenes. Durante la emisión, se debatió sobre el origen del video, las aplicaciones utilizadas y el perfil de quienes habrían tenido acceso a ese material.

Belén Ludueña, una de las conductoras, introdujo el tema con una pregunta que resonó en el estudio: “Ayer se hablaba, y Valentina nos va a ayudar con esto, de una red social, una aplicación que se llama Zangi. ¿Qué se sabe de esta aplicación?”.

Fue entonces cuando Valentina Salezzi, panelista del programa, explicó con precisión las primeras pistas sobre cómo habría circulado el material. “El video fue en un grupo cerrado de Instagram, pero después se subió a esta aplicación, que se caracteriza por la seguridad, el anonimato y el bajo consumo de datos, y que vos no tenés que tener el celular, no tenés que poner ningún dato tuyo para estar en esta aplicación justamente”, detalló.

La aplicación mencionada, Zangi, no pertenece a ninguno de los conglomerados tecnológicos más conocidos, como Meta, lo que dificulta enormemente el rastreo de usuarios y contenidos. Salezzi añadió: “Se envían notas de voz, videos en HD y no los controla nadie. No pertenece a ningún grupo de los que ya conocemos. Es como la competencia, digamos, de WhatsApp”.

Este tipo de plataformas, utilizadas en varios casos por redes criminales, ofrecen canales de comunicación cerrados, sin trazabilidad ni metadatos accesibles a las autoridades, lo que complica el trabajo de los investigadores.

Sin embargo, no todos los especialistas coinciden en que efectivamente haya existido una transmisión en vivo. El experto en ciberseguridad Julio López aportó una mirada más prudente sobre la hipótesis, dejando en claro que las versiones aún no están consolidadas. “Lo de los videos está un poco verde, o sea, no termina de consolidarse si ocurrió y cómo ocurrió. Que ocurrió parece ser una posibilidad alta. ¿De dónde sale eso? De la propia gente del Ministerio de Seguridad, de lo que escucha que testifican la propia gente detenida. Pero ninguno hace específica mención a una aplicación… Uno dijo WhatsApp, otro dijo Instagram, y ahí es donde viene toda esta meresunda de en dónde fue que ocurrió”, explicó.

Las contradicciones entre los testimonios de los detenidos abren múltiples hipótesis. Algunos mencionaron WhatsApp como canal de transmisión, otros hablaron de Instagram, y un tercer grupo hizo referencia a una plataforma “poco conocida”. La falta de una versión unificada alimenta la incertidumbre, pero las fuentes de Seguridad Bonaerense insisten en que “algo se transmitió”, aunque no se haya determinado con exactitud por qué vía.

López también explicó por qué las plataformas convencionales como WhatsApp e Instagram no serían técnicamente aptas para sostener una transmisión de estas características. “¿Por qué no pudo ser WhatsApp? ¿Por qué no pudo ser Instagram? Porque se habla de 40 y pico de personas conectadas, y ni WhatsApp ni Instagram soportan grupos de 40 y pico de personas conectadas al mismo tiempo con un video en tiempo real”, detalló.

Este dato es clave para los investigadores: si realmente hubo cerca de 40 personas conectadas simultáneamente, se trataría de una transmisión planificada, con infraestructura deliberada y conocimiento técnico para evitar la detección. No sería, entonces, un hecho improvisado, sino una puesta en escena macabra que contó con un público pasivo.

Sobre Zangi, López fue aún más contundente. “Esta aplicación puntualmente está diseñada para el crimen. Imaginate un auto que no tiene patente… está hecho para que vos lo uses y no deje rastros en ningún lugar, está hecho para que vos te comuniques y no haya una empresa a la cual mandarle un oficio y pedirle información… está hecho como una pieza de arte para que lo use el delito”, afirmó.

La descripción es escalofriante: una herramienta tecnológica ideada específicamente para que las comunicaciones no puedan ser intervenidas ni rastreadas. Este tipo de plataformas, que operan por fuera de las grandes empresas de mensajería, son utilizadas en muchos casos por organizaciones criminales, redes de tráfico y grupos extremistas, y representan un desafío creciente para las fuerzas de seguridad de todo el mundo.

En el contexto de la causa por el triple crimen, esta revelación plantea una serie de dilemas jurídicos y técnicos. Si la transmisión existió y hubo decenas de personas conectadas, ¿quiénes eran esos espectadores? ¿Tenían algún tipo de relación con los autores materiales? ¿Pueden ser imputados por no denunciar lo que estaban viendo?

Fuentes judiciales señalaron que, de comprobarse la existencia de esta transmisión, se abriría un nuevo tramo en la investigación, ya no sólo por homicidio y encubrimiento, sino también por difusión de material criminal, omisión de auxilio y posible participación secundaria.

Mientras tanto, los nueve detenidos continúan prestando declaración. Algunos han negado conocer la existencia de cualquier transmisión, otros han dado versiones contradictorias, y unos pocos admitieron que “se habló de que se iba a transmitir”. Ninguno, sin embargo, ha brindado detalles precisos que permitan a los investigadores acceder a una copia del video original o reconstruir su ruta digital.

En paralelo, la división de delitos tecnológicos trabaja contrarreloj. Se están analizando dispositivos secuestrados en los allanamientos, incluyendo celulares, computadoras y discos externos. El objetivo es rastrear huellas digitales, historiales de navegación y conexiones de red que permitan determinar qué plataforma se usó, desde qué dispositivos y quiénes participaron de la sesión en vivo.

Las autoridades reconocen que el uso de aplicaciones encriptadas y descentralizadas representa un enorme obstáculo. A diferencia de WhatsApp, que guarda metadatos accesibles bajo orden judicial, Zangi no tiene servidores centrales que almacenen la información, lo que hace prácticamente imposible obtener registros si no se accede directamente a los dispositivos que participaron.

Este punto alimenta otra hipótesis que gana fuerza: la posibilidad de que el video no haya sido transmitido en vivo, sino grabado y luego distribuido a través de varios canales cerrados. En este escenario, la mención a “40 personas conectadas” podría referirse no a una transmisión en tiempo real, sino a la posterior circulación del material entre un grupo acotado de personas vinculadas al entorno delictivo.

Mientras la Justicia avanza, el impacto social del caso sigue creciendo. La idea de que docenas de personas pudieron haber presenciado la tortura y el asesinato de tres jóvenes sin intervenir ni denunciar genera un profundo debate ético y legal. Organizaciones de derechos humanos y especialistas en delitos informáticos advierten que este tipo de situaciones ponen en evidencia los vacíos normativos frente a las nuevas tecnologías, donde la línea entre espectador y cómplice se vuelve difusa.

En este clima, la “Casa del horror” de Florencio Varela se ha convertido en símbolo de una violencia que no sólo se ejerce físicamente, sino también digitalmente, amplificada por plataformas diseñadas para operar en las sombras.

La combinación de brutalidad criminal, tecnología anónima y participación pasiva de terceros dibuja un escenario sin precedentes en la historia reciente del delito en Argentina. Los investigadores, por su parte, siguen reconstruyendo las últimas horas de Lara, Brenda y Morena, con la convicción de que cada pista digital puede ser clave para esclarecer uno de los episodios más atroces de los últimos años.

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