En uno de esos audios, la mujer afirma: “El Chato se mandó una cagada. Le hizo de remis al ‘Tarta’ y se llevaron a las tres pibas que mataron”.
Aunque intentó justificarlo diciendo: “Capaz él no sabía que las iban a matar”. Esa frase puso bajo la lupa a Sotacuro como el encargado de trasladar tanto a las víctimas como a los sicarios que ejecutaron la masacre en la casa de Villa Vatteone, Florencio Varela.
La camioneta incendiada y el intento de fuga
Los audios no fueron la única prueba contra “El Chato”. En otros mensajes de texto dirigidos a su pareja, Sotacuro intentó explicar sus movimientos mientras se fugaba: “No te preocupes, ya prendí fuego la camioneta”, escribió, en referencia al vehículo blanco que habría usado para trasladar a las adolescentes engañadas hasta el lugar del crimen.
Este detalle coincide con las sospechas de los peritos sobre el intento de borrar evidencias clave.
Posteriormente, la misma pareja de Sotacuro envió otro mensaje que reveló la desesperación del fugitivo: “Tengo miedo y hambre. Ya crucé a Bolivia. No quería irme en colectivo”.
Ella le respondió: “Bueno, pasate de nuevo al lado argentino y no te entregues ahí”.
El intercambio resultó crucial para ubicar al sospechoso, quien fue detenido el 26 de septiembre en un hostal de Villazón, Bolivia, tras cruzar la frontera desde Jujuy. Un día después, fue trasladado en un avión oficial a Ezeiza y quedó bajo custodia judicial.
Un rol clave: la logística del crimen
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Para los fiscales, Sotacuro fue pieza central en la logística del triple femicidio. Si bien se investiga si estuvo presente durante las torturas y los asesinatos, la principal hipótesis indica que fue el nexo entre los autores materiales y el transporte de las víctimas, así como también el encargado de movilizar a los sicarios tras el hecho.
De acuerdo con el expediente, Sotacuro alquilaba una cochera en el Bajo Flores, donde guardaba los autos que ahora están secuestrados. Estos vehículos son fundamentales para reconstruir los desplazamientos de los involucrados en los días previos y posteriores al crimen.
El encuentro con “Pequeño J” y la trama narco
El expediente también describe que los principales acusados se reunieron en José C. Paz después del asesinato. Allí habrían estado Tony Janzen Valverde Victoriano, alias “Pequeño J” —considerado el autor intelectual—, y dos sicarios peruanos de 39 y 45 años, que aún están prófugos.
Según la investigación, “Pequeño J” se habría llevado tres celulares de las víctimas antes de huir a Bolivia y luego a Perú, donde fue finalmente detenido mientras intentaba escapar oculto en la caja de un camión.
Los sicarios, según testigos, habrían salido de la casa de Villa Vatteone embarrados y manchados de sangre, cargando bolsas sospechosas, lo que refuerza la hipótesis de su participación directa en los homicidios. Incluso, habrían amenazado a Sotacuro para que no hablara: “Que se callara la boca, porque si no iban a ir por él”.
Peritajes de celulares: la clave para armar el rompecabezas
Para terminar de delimitar los roles de cada detenido, la Fiscalía de Homicidios de La Matanza espera los resultados de las pericias a siete teléfonos celulares secuestrados a los principales acusados:
Los investigadores confían en que los cruces de mensajes, audios y ubicaciones geográficas aporten pruebas concluyentes para definir las responsabilidades de cada uno y esclarecer el grado de participación de los prófugos.
Las víctimas: el recuerdo de Brenda, Morena y Lara
El triple crimen de Florencio Varela conmocionó por la brutalidad de los asesinatos y la corta edad de las víctimas. Brenda del Castillo (20), Morena Verdi (20) y Lara Gutiérrez (15) fueron secuestradas, torturadas y asesinadas con extrema violencia.
Los cuerpos fueron hallados cinco días después, enterrados en el patio trasero de una casa en Villa Vatteone. El macabro escenario incluyó cordones de zapatillas atando tobillos, cintas plásticas en muñecas y boca, y bolsas en la cabeza de al menos una de las jóvenes.
Un caso que estremece al país
El expediente judicial del triple femicidio no solo busca hacer justicia para las víctimas, sino también exponer la red criminal detrás del crimen, con conexiones que incluyen tráfico de drogas, amenazas y complicidad logística.
El fiscal del caso, junto con los peritos forenses, sostiene que el asesinato de las adolescentes fue un mensaje mafioso, ejecutado con saña y frialdad, y que los audios que ahora forman parte del expediente desmienten cualquier intento de atenuar las culpas de los involucrados.