Por culpa del Zoom: 2020, el año que perdió "la rosca"

Pablo Winokur
por Pablo Winokur |
Por culpa del Zoom: 2020, el año que perdió la rosca

Bares, restaurantes, teatros, cines, salones de fiestas fueron las actividades que más padecieron el año de pandemia... En definitiva, todas actividades que implican reuniones de personas en ámbitos cerrados que no pudieron facturar casi nada y que afectaron fuertemente los ingresos de empresarios y trabajadores del sector.

Pero hay una actividad subterránea que se vio igualmente perjudicada: la rosca política. Aunque no queda claro si los que viven de eso vieron o no reducidos sus ingresos.

La rosca también implica en alguna medida “reuniones de personas en ámbitos cerrados”. Se trata de intercambios que hacen políticos, representantes gremiales, empresarios y otros estamentos de poder para poder conseguir algo que necesitan en favor de sus representados (en el mejor de los casos) o en su propio interés (en el peor de los escenarios).

En 2018, Emilio Monzó –siendo presidente de la Cámara de Diputados- reivindicó "la rosca política" y advirtió: "Eso no se hace desde las redes sociales". La historia le dio la razón: en el año de la virtualidad, la rosca no pudo adaptarse a los nuevos tiempos y muchas actividades políticas quedaron relegadas.

"En la rosca se genera la confianza para los acuerdos, para las leyes, para sacar un país en adelante. Y esto no se hace de manera virtual, sino de manera personal", decía entonces Monzó.

Sin contacto personal, no hay rosca. Y, chistes al margen, también se restringe el valor agregado de esa actividad: los acuerdos imprescindibles para que una sociedad funcione.

Rosca virtual

La rosca pública intentó trasladarse a los zooms. Instancias donde mucha gente se juntaba a discutir sobre determinadas cuestiones, emulando los eventos o actos que suele hacer la política con militantes de algún sector económico, social o zona geográfica.

Esto terminó en algunos escándalos, como cuando Soledad Acuña, ministra de Educación de la Ciudad describió como “fracasados” a los que estudian la carrera docente.

O en anécdotas simpáticas, como cuando el hijo de Martín Lousteau irrumpió en el medio de un congreso partidario.

La rosca privada -esas reuniones que no trascienden sino por el periodismo o por alguna foto que se filtra- tuvo muy baja actividad. Si bien los funcionarios de los poderes ejecutivos trabajaron a pleno en reuniones (muchas veces sin barbijo ni distancia, lo que mostró la disociación entre la dirigencia y la sociedad) en otros estamentos toda la rosca se frenó:

  • Diputados y senadores. Sesionaron desde sus hogares. Se dispuso un esquema para que pudieran hablar entre los legisladores de manera privada en medio de las sesiones o reuniones de comisión: no es lo mismo hablar por un chat privado que levantarse un minuto y decirle algo a otra persona en el oído.
  • Gremialistas y empresarios. Hombres longevos muchos de ellos, se guardaron mayoritariamente en sus casas. Por otro lado, gran parte de las cosas que se hablan entre ellos no pueden ser reveladas. ¿Quién estaría dispuesto a ser grabado en una negociación non (del todo) sancta? El zoom no parece un método seguro para muchos de estos octogenarios.
  • Gobernadores. Replegados en sus provincias, no pudieron tener relevancia en la política nacional. Iban a ser los grandes apoyos de Alberto Fernández en su potencial interna con el kirchnerismo duro. No gravitaron. Recién en las últimas semanas se vio más circulación de mandatarios por las inmediaciones de Plaza de Mayo.
  • Los grandes eventos. El Coloquio de Idea, las conferencias del Council Of Americas, el Consejo Interamericano de Comercio y Producción, los encuentros del Rotary Club, el 4 de Julio en la Embajada norteamericana… son todos encuentros en que el “Círculo Rojo” aprovecha para rosquear, con la excusa de que hay oradores importantes, algo de comida y un poco de bebida.

Este año se intentó emular esos eventos pero de manera virtual. Hubo mucho contenido, pero poca rosca.

Los exabruptos

Más allá de la rosca en sí, la actividad política también va a dejar otras anécdotas memorables por la virtualidad.

  • El diputado que tenía sexo en medio de la sesión.
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Juan Emilio Ameri
Juan Emilio Ameri
  • Esteban Bullrich que había dejado un fondo de pantalla con su cara para que no se notara que no estaba en el debate.
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Esteban Bullrich por su imagen congelada en el zoom de la reforma judicial (Foto: captura de TV).
Esteban Bullrich por su imagen congelada en el zoom de la reforma judicial (Foto: captura de TV).
  • Martín Lousteau, desde el auto con micrófono apagado en plena sesión.
  • La diputada que se quedó sin WiFi a la hora de votar y gritó “toda la noche despierta al pedo”.
  • El “salió bien de puto hoyo” de la senadora Mirkin.

Los mensajes de Cristina

Siendo una de las dirigentes más preocupadas por el Covid-19, Cristina Kirchner bajó al máximo su perfil público y privado. Se limitó a unas pocas reuniones los días de sesión en el Senado y se dedicó -como suele hacerlo hace muchos años- a mandar mensajes políticos por redes sociales.

Elogios a dirigentes de su espacio, a algún periodista, críticas al macrismo, denuncias de lawfare y hasta una carta en que se animó a reprender a los "funcionarios que no funcionan". Incluso, a través del retuit de una nota, se encargó de desautorizar al propio Alberto Fernández.

Quizás Cristina es la dirigente que más disfrute las ventajas de la virtualidad.

La rosca política perdió este año. Los antipolítica dirán que no se perdió demasiado; aquellos que reivindican (y reivindicamos) la rosca seguiremos insistiendo en la necesidad de esta práctica para intentar que la Argentina encuentre un rumbo común para todos.

Mientras tanto, la Argentina de los desencuentros –la Argentina de la grieta- nos encontrará cada vez más divididos y crispados. Quizás falten un par de “rosqueros” para ayudar en la construcción de un país que nos incluya a todos.

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