Llegó el día del balotaje. Ahora es pollo o pasta. No hay más. El que saca más votos es presidente 4 años. El que pierde, se va a su casa (o a construir la oposición). La elección empieza desde cero.
Llegó el día del balotaje. Ahora es pollo o pasta. No hay más. El que saca más votos es presidente 4 años. El que pierde, se va a su casa (o a construir la oposición). La elección empieza desde cero.
Es cierto que Sergio Massa podría contar con alguna ventaja porque sacó 37 puntos la vez pasada; pero ni siquiera está claro que los que votaron a unos y otros vayan a repetir su voto este domingo.
Algunas claves para entender lo que puede pasar este domingo antes, durante y después de la elección.
No podemos saber si no van a intentar hacer fraude de un lado (o del otro), pero sí que el sistema está sólido para evitarlo y que hasta ahora nadie dijo lo contrario. Ni en esta elección 2023 ni en las anteriores que se dieron en 40 años de democracia.
Es verdad que existen trampitas del sistema. Que son no-deseables y que se deberían evitar: robo de boletas, voto en cadena, voto delivery, urnas embarazadas, entre otras cuestiones que los partidos ponen en marcha para tratar de traccionar a su favor.
El gran problema que tenemos es que todos los partidos están preparados para “intentar” hackear al sistema y los adversarios están preparados para contrarrestar esos “ataques”. Todos desarrollaron su propio antivirus.
Pero por primera vez en democracia aparece un partido político con chances de ganar y que no tiene toda esa gimnasia “defensiva”. La ley electoral le da mucho lugar y protagonismo a la figura de los fiscales partidarios. Javier Milei no tiene aceitado un esquema de fiscales.
Apostó en las generales por Luis Barrionuevo, pero le fallaron; ahora apuesta por el PRO, que tiene un poco más aceitada la cosa. Incluso dirigentes que no hicieron un apoyo explícito al libertario decidieron aportar fiscales, solo por la salud del sistema.
Por ejemplo, Cristian Ritondo trae 11.000 fiscales; Diego Santilli, misma cantidad.
A todo este problema de los fiscales se le agregó una complejidad adicional que metió Milei en el tablero. Decidió no entregarle a la Justicia la totalidad de las boletas que hacen falta y quedarse él con una parte, apostando a que sus fiscales (sin mucha experiencia) hagan la reposición.
Puede ser uno de los problemas de la elección. Insisto con esta idea de que Milei decidió no confiar en la Justicia ni en el comando electoral para la provisión de boletas y lo dejó librado al azar.
Nota al pie. Una parte importante de los militantes de La Libertad Avanza no confía del todo en el encargado de manejar a los fiscales. Estamos hablando de Sebastián Pareja, un dirigente de origen peronista, que fue uno de los responsables de armar las listas de LLA. No dejó a todos conformes.
¿Qué dice la ley electoral en caso de que falten boletas?
Artículo 90: “Las elecciones no podrán ser interrumpidas y en caso de serlo por fuerza mayor se expresará en acta separada el tiempo que haya durado la interrupción y la causa de ella”.
Por eso, no queda claro qué pasaría si no hay boletas. Una acordada de la Junta Electoral de la provincia de Buenos Aires lo recordó en los últimos días: “Es exclusiva facultad y responsabilidad legal de las agrupaciones su provisión y reposición (de las boletas)”.
“No puede, en principio, considerarse como fuerza mayor a los efectos de la interrupción del acto comicial, un hecho –la eventual falta de boletas de un solo partido- que no se traduzca en una imposibilidad general, absoluta y objetiva para la continuación material del comicio”. Y sigue: “De no ser así, quedaría a disposición de cualquiera de las agrupaciones que participan del proceso electoral la posibilidad de interrumpir el desarrollo del comicio con la mera suspensión de la fiscalización y/o de la reposición de boletas”.
Traducimos: si no hay boletas, la elección sigue.
Otra de las dudas que aparece para esta elección tiene que ver con los votos en blanco. Primera clave a tener en cuenta. Los votos en blanco no se le suman a nadie. Imaginate que sería un escándalo.
Dice el mito urbano que se lo suman al que va ganando. ¡No, amigos! El blanco es blanco.
¿Por qué sigue corriendo el rumor de que votar en blanco beneficia a uno u otro?
-Porque para el porcentaje solo cuentan los votos positivos.
-Por una cuestión matemática, en elecciones de primera vuelta el voto en blanco ayuda al que va arriba a aumentar su porcentaje y zafar del balotaje. Es un tema técnico que no importa en este caso.
-Acá no cuentan los porcentajes. Se gana por un voto. Y los votos en blanco no suman.
-Algunos plantean la hipótesis imposible de que si todos los que en la primera vuelta votaron a otros ahora votan en blanco, entonces gana Massa (porque sacó más votos el 22 de octubre). Un escenario de realismo mágico.
Importante: a los fines del cómputo es lo mismo votar en blanco, impugnar, anular, no ir a votar. Son votos que no cuentan.
Lo que cambia es el significado del voto. Te lo resumo así, tranqui.
-Voto en blanco: es muy importante el sistema democrático, pero dado que solo quedan dos opciones y ninguna me gusta, voy y voto en blanco. El que llegue al poder tiene que saber que estoy ahí mirando de reojo. Quien gane tiene que buscar interpelarme durante su mandato para demostrarme que me equivoque.
-Voto impugnado: es un voto antisistema. Aunque me obliguen a ir a votar (recuerdo, que es obligatorio en la Argentina), yo voy y hago lo que quiero. Es una manera de mostrar la bronca, pero no con los candidatos sino con el sistema en sí.
-No ir: es la apatía. Me da lo mismo lo que pase. Puede ser porque no me gustan los candidatos, porque quiero aprovechar el día de sol, porque estoy en contra del sistema. No hay un mensaje político en el no voto. Será parte de un análisis posterior.
Obviamente son categorías arbitrarias, pero vale para entender lo que significa según el manual. Para los que no quieran votar a ninguno, ¿qué mensaje quieren dar?
Si gana tal se va a quedar 40 años, dicen los críticos de un candidato.
Tenemos un proyecto a 35 o 40 años, dicen los fans de otros.
La elección es este domingo y no hay mucha vuelta que darle. Lamentablemente, en la Argentina no se pueden pensar proyectos a tan largo plazo ni para bien ni para mal. La experiencia de los últimos 15 años muestra que son pocas las veces en que un presidente consigue reelección en la región. Salvo Venezuela (que tiene otro tipo de régimen), las últimas reelecciones en Sudamérica se dieron en Brasil en 2015 (con Dilma Rousseff, que no pudo terminar su mandato) y en Bolivia (con Evo Morales, que se fue antes de tiempo con un golpe de Estado cuando iba por su tercer mandato).
Más allá de los nombres, el único partido que logró continuidad en el poder desde 2013 para acá fue el Colorado, de Paraguay, que funciona casi con esquema de partido único. Ahí no hay reelección. En todos los otros países, se dio una alternancia de partidos.
Fuera de América del Sur, en Estados Unidos el último presidente reelecto fue Barack Obama. También desde esa época ya no se logra una continuidad de partido. Algo parecido pasa en México, siempre de partido único y que desde 2007 para acá no logra que un partido revalide.
Ni 40 años, ni 75. Se vota ahora. Los líderes encontrarán la manera o no de que su proyecto sea sustentable en el tiempo.
Gane quien gane, lo que se viene no va a ser fácil. No solo porque recibe una economía en terapia intensiva (queda para otro momento, sin veda, el planteo de quién es el culpable de esa situación), sino porque la política va a ser de una fragmentación total.
En el Congreso (imprescindible para sancionar leyes), la fragmentación va a ser inédita, al menos desde 2003 para acá. Si gana Massa, va a ser primera minoría en Diputados y podría (sumando aliados) tener mayoría en el Senado.
Si gana Milei, va a tener una fragilidad legislativa muy importante porque tiene apenas 7 senadores y unos 30 diputados. Poco para las ambiciosas reformas que se propone.
Gane quien gane, va a tener que negociar con la oposición que hoy no se sabe si son dos, tres o cinco bloques.
La clave por un lado es qué va a pasar con Juntos por el Cambio. ¿Hay alguna chance de que siga unido? ¿En cuántos bloques se va a partir? ¿El PRO va a ser uno, dos o más? ¿Va a ser opositor o se suma a un gobierno de Milei? ¿El radicalismo va a ser oposición o puede sumarse a un gobierno de unidad con Massa?
Preguntas que no tienen respuesta y que exceden al resultado de este domingo.
No vamos a decir nada porque estamos en veda. Pero hablamos con una de las encuestadoras más certeras en las PASO y las generales pasadas y que está haciendo “tracking” diario; o sea que mide todos los días.
Sobre el final de este balotaje se veía una pequeña luz de ventaja para uno de los dos candidatos. La consultora observaba que a tres días de la elección:
A todo esto, se dio un escenario que no se advirtió nunca en la historia: las propias encuestadoras ven variaciones enormes de un día al otro. Cualquier noticia mínima lleva la cosa para un lado o para el otro. Hasta el viernes a la noche había entre 5 y 10% de indecisos según las encuestadoras con las que se charlara.
Escenario abierto entonces para una elección trascendental de la historia argentina. Te decía hace unos meses que eran las elecciones más raras de la democracia. Siguen siéndolo. Argentina puede tener por primera vez un presidente que llega al poder sin estructura política y sin experiencia ni antecedentes; o que gane el principal ministro de un Gobierno con una economía devastada. En cualquiera de los dos casos, será material de estudio para los libros de historia y de la ciencia política.