En el barro

Tiempo de ajuste: el dudoso apoyo del cristinismo al Plan Batakis y el fantasma del "Alberto cavallista"

El Gobierno apuesta todo a un tiempito de "pacificación". Las dudas sobre Cristina y, sobre todo, el cristinismo. El "chivo expiatorio" y por qué Alberto se prefiere víctima.
Edi Zunino
por Edi Zunino |
Silvina Batakis y equipo (Foto: Presidencia)
Silvina Batakis y equipo (Foto: Presidencia)
  • La crisis había llegado a un punto peor que el admitido.
  • Fernández tuvo como mínimo tres o cuatro días –y no uno– para decidir el reemplazo de su presunto gran valuarte.
  • Los equipos presidenciales optaron por transmitir un estado de sorpresiva victimización por parte del mandatario, siempre más redituable –o digna- que el desconcierto liso y llano.

Guzmán resultó ser el chivo expiatorio de una etapa que, curiosamente, aún no termina. Las medidas fiscalistas anunciadas por su sucesora este lunes 11 tienen más de Post Guzmanismo que de Plan Batakis. Se trata de un salto apenas vertiginoso en la gradualidad del ajuste acordada con el Fondo Monetario Internacional. Y de un cambio más político que económico, más bien tendiente a entramar cierta paz en las alturas para soportar “peronistamente” las previsibles reacciones en el frente social.

La foto de Silvina Batakis flanqueada por Daniel Scioli, Julián Domínguez y Miguel Pesce –principales interlocutores con la industria, el agro y el mundo financiero– habla, más que nada, de la búsqueda de un pacto con el establishment económico, cuyo actor más activo sería el ministro de Desarrollo Productivo. Sólo por resumir su agenda de las últimas horas, Scioli se reunió con los principales productores y distribuidores de alimentos y con el embajador de los Estados Unidos, Marc Stanley, previa visita de AF a Joe Biden, mientras hace las valijas para irse a San Pablo en misión comercial.

A qué juegan CFK y Massa

Las 15 frases de Cristina Kirchner en El Calafate
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El repentino pacifismo de Cristina Kirchner y la paciencia eléctrica de Sergio Massa quedaron fuera de foco, aunque como telón de fondo. Dentro de la propia Casa Rosada se siguen preguntando “de quién es Batakis”, que, si algo tiene claras, dicen, “son las distancias entre Cristina y Kristalina”, por Georgieva, la jefa del FMI.

El golpeado “albertismo” palaciego suspiró por “el apoyo explícito de CFK en El Calafate”, el viernes 4, si bien siguen esperando alguna palabra de la vicepresidenta sobre la flamante ministra de Economía. O al menos un gesto. Les cuesta creer que “la obsesión de Cristina con Guzmán fuera más que nada personal”. También están quienes interpretan que CFK “es pragmática y no come vidrio: sabe que puede quedar como culpable de situaciones muy feas”.

La cuestión es que, mientras desde La Cámpora y el Instituto Patria parecen privilegiar la “responsabilidad” y la “prudencia” tras haber tensado al máximo la cuerda, el kirchnerismo de corte más social empezó a poner el grito en el cielo por las definiciones de Batakis. El piquetero Juan Grabois, el estatal Pablo Micheli y el docente Hugo Yasky cuestionaron tanto “las señales de la ministra a los mercados” como “la falta de mensajes para los trabajadores y los desempleados”. Micheli, que es el más díscolo de los tres, buscó pasarse hiriente al decir que le “hizo acordar a Domingo Cavallo”. Lo hizo sin la más mínima inocencia: se sabe que Alberto Fernández y, en buena medida, el kirchnerismo original brotaron en los almácigos económicos del ex súper ministro de Carlos Menem.

En las últimas horas se sumó Pablo Moyano: "Batakis le habló a los mercados y no al pueblo", dijo.

Es paradójica la circunstancia K pura y dura:

  • Cristina ungió la candidatura de Alberto y le abrió paso al Frente de Todos.
  • Máximo despliega la estrategia electoral conurbana desde La Cámpora-PJ.
  • La izquierda –y también los “libertarios” – amenazan capitalizar amplias fugas de votos entre los hartos de la pobreza y la “casta”.

El incómodo fantasma de Cavallo

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Domingo Cavallo, el

Domingo Cavallo, el "padre del corralito", la medida que intentó proteger a los bancos ante la fuga de depósitos.

Soltarle las riendas a cierto combativismo de los propios podría ser inevitable y, a la vez, demasiado riesgoso. En los 90, cuando los incipientes movimientos sociales, los trabajadores del Estado nucleados en ATE y los maestros de CTERA –los mismos que protestan ahora– hicieron punta contra el ajuste, también abonaron la división del peronismo y el triunfo de la fórmula Fernando de la Rúa-Chacho Álvarez. Al mismo tiempo, los peronistas saben que protestar, a veces, puede descomprimir y contener más de lo que se desestabiliza. Claro que, si de perder se trata, nadie descarta que “el cristinismo es capaz de quemar las naves para mantener sus espacios de poder”.

Por lo pronto, en Rivadavia 1 miran encuestas no sólo electorales. Anotan que la sociedad, atosigada por las malas ondas, estaría volcándose a esperar actitudes racionales desde arriba. Y rezan para que las imágenes de pacificación oficial prendan, puedan durar un poco y permitan ver alguna luz al final del túnel, que no sea el tren viniendo de frente. Nadie más que el peronismo sabe que la economía poco tiene de ciencia exacta.

Suponen que la oposición, incluso, puede jugarles a favor. “El paro del campo de este miércoles cae mal entre los propios productores, que les está yendo bien. Imagínate cómo lo ven los que la están pasando mal”, confía un alto funcionario en boga.