Ese matiz —sencillo en apariencia— es el que provoca confusiones en ejercicios como el que nos ocupa. En la era de los puzzles virales y los posts que desafían la rapidez mental, este tipo de expresiones se convierten en trampas virales: quien recuerda “la M antes que la D” puede apresurarse a multiplicar y obtener un resultado distinto, y eso alimenta debates en redes que muchas veces parten de una mala lectura de la regla.
La aritmética como prueba social: por qué nos interesa
No se trata solo de “tener la respuesta correcta”. Ejercicios simples como este muestran cómo funciona la alfabetización matemática en la vida cotidiana: desde calcular un descuento hasta entender una factura. Cuando una regla básica se malinterpreta, las consecuencias van más allá del aula: generan desconfianza hacia la propia capacidad, aumentan la ansiedad en exámenes y fomentan la difusión de errores que otros replican sin verificar.
Además, estas pequeñas “pruebas” divulgan un fenómeno humano más amplio: preferimos atajos mnemotécnicos, pero sin los criterios que los sostienen terminan siendo trampas. La solución pasa por recuperar la práctica deliberada: repasar reglas, hacer ejercicios variados y, sobre todo, entender el porqué detrás de cada paso.
Cómo enseñarlo (y aprenderlo) para que no vuelva a fallar
Para que la regla no quede en un refrán vacío, hay técnicas de enseñanza simples y efectivas:
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Visualizar la operación: reescribir la expresión en una línea y subrayar las operaciones en el orden en que deben realizarse.
Resolver en columnas: para niños, convertir la expresión en pasos numerados ayuda a seguir la secuencia sin saltos.
Usar ejemplos pares: proponer ejercicios en los que multiplicación y división aparezcan en distinto orden y compararlos para que el patrón emerja por observación.
Juegos de velocidad con explicación: desafiar con varias expresiones y pedir no solo la respuesta sino que expliquen el orden seguido.
Errores intencionales: proponer resultados incorrectos y pedir que los detecten y justifiquen la corrección; esto fortalece el pensamiento crítico.
Estas prácticas ayudan a que el mnemónico deje de ser la regla y pase a ser una guía acompañada por criterio.
Resolución paso a paso: transparente y sin atajos
Presentamos la solución como un instructivo claro, para que cualquiera pueda comprobarla:
Expresión original:
24 ÷ 6 × 3 + (10 − 10)
Paso 1 — Resolver el paréntesis:
Dentro del paréntesis está la operación 10 − 10, cuyo resultado es 0.
La expresión queda entonces: 24 ÷ 6 × 3 + 0.
Paso 2 — Divisiones y multiplicaciones (misma prioridad, izquierda a derecha):
Primero se realiza 24 ÷ 6 = 4 (porque al leer de izquierda a derecha, la división aparece antes que la multiplicación).
Luego se hace 4 × 3 = 12.
Paso 3 — Suma/resta final:
Queda por sumar el + 0, que no altera el resultado: 12 + 0 = 12.
Resultado final: 12.
Es importante remarcar que si alguien hiciera la multiplicación antes sin observar el orden de lectura, podría caer en un error. La clave es la regla de izquierda a derecha cuando las operaciones tienen la misma prioridad.
Errores frecuentes y cómo identificarlos
Entre los equívocos más habituales se encuentran:
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Aplicar multiplicación antes que división por memoria ciega. Esto cambia la secuencia y puede dar un número distinto.
Ignorar los paréntesis o resolverlos mal. El paréntesis aquí simplifica la cuenta (da 0), pero en otras expresiones puede contener operaciones más complejas que obligan a detenerse.
Confundir prioridad con jerarquía absoluta. Multiplicación y división comparten jerarquía; lo mismo sucede con suma y resta.
Identificar estos errores es simple si se adopta la costumbre de anotar los pasos. No es trampa: es método.
Más allá del ejercicio: la alfabetización numérica en la vida diaria
Entender cómo resolver correctamente una expresión es una habilidad que tiene aplicaciones prácticas. En el supermercado, al comparar precios y descuentos, en la cocina al calcular proporciones o en la oficina al revisar reportes simples: la aritmética básica es una herramienta de ciudadanía. Además, la confianza en el propio cálculo reduce la dependencia inmediata de una calculadora y permite detectar cuando una cifra “suena rara”.
También hay un componente emocional: resolver con seguridad ejercicios de este tipo disminuye la ansiedad matemática, un fenómeno real que afecta el rendimiento académico y profesional de muchas personas. Por eso es valioso convertir prácticas puntuales en hábitos.
La voz que conviene escuchar: práctica con propósito
Si tomamos la operación 24 ÷ 6 × 3 + (10 − 10) como una cápsula pedagógica, su utilidad no está en la dificultad del cálculo sino en lo que permite practicar: lectura atenta, orden de operaciones, verificación de resultados y explicación del procedimiento. Enseñar a un alumno a explicar por qué llegó a “12” es tan importante como que llegue al número.
Para quienes enseñan o revisan tareas, la recomendación es exigir justificaciones breves: no solo “12”, sino “porque primero resolví el paréntesis, luego la división, luego la multiplicación y finalmente la suma”. Ese hábito de verbalizar el proceso transforma respuestas mecánicas en comprensión activa.
Cierre: una operación pequeña, una gran lección
En la era de los desafíos virales y los tests rápidos, puede parecer trivial detenerse en una suma y una multiplicación. Pero la verdadera ganancia está en convertir lo pequeño en una lección sobre cómo pensamos. La expresión que presentamos no es un problema digno de un concurso matemático; es una herramienta simple, clara y poderosa para recordar una verdad esencial: las reglas existen para evitar confusiones, y entender por qué son así nos hace mejores usuarios de los números.
Resultado final (para llevar en la memoria): 12.