Dubin explicó que "la residencia de 4 años, la carga psicológica, el contacto con el sufrimiento y la muerte, las malas condiciones laborales y la pobre remuneración" son los desencadenantes de la falta de staff intensivista en territorio argentino.
"Menos del 50% de las vacantes de terapia intensiva son ocupadas y de no ser por los médicos extranjeros que vienen a formarse al país no podríamos atender a los pacientes", argumentó.
"COVID ha traído a la terapia intensiva a las primeras planas. El 5% de los pacientes con coronavirus requieren terapia intensiva. Ha habido carreras desenfrenadas en el mundo por nuevos respiradores, pero no por el recurso humano. El cuello de botella del sistema no es ningún recurso físico o tecnológico, sino el recurso humano, enfermeras, kinesiólogos y médicos de terapia intensiva", destacó.
A su vez, el especialista invocó la cruda realidad que se vive en la provincia de Jujuy: "Hay respiradores y camas, pero no hay personal de salud".
Además, aclaró que si bien "otros médicos pueden colaborar con nosotros", estar a cargo de una terapia intensiva no es tarea de cualquier profesional de la salud. "Dicen que a través de cursos virtuales puede entrenarse a médicos generales en respiración mecánica: es como mandar a un piloto de caza a la guerra después de haber aprendido sólo en un simulador de vuelo", manifestó.
Por todo esto, y tras señalar que "la terapia intensiva tiene límites finitos", el miembro de SATI concluyó que "debemos cuidarnos y mantener la distancia, desoyendo los llamados de los jinetes del apocalipsis que llaman a las reuniones sociales. Los héroes son quienes se aíslan.