El ex deportista, que en el último tiempo también vendía en el ramal Retiro-Tigre del tren Mitre, vende lapiceras en los trenes entre Once y Moreno. En los días buenos puede juntar hasta 50 mil pesos, pero su objetivo sigue siendo otro. “Me gustaría tener un trabajo fijo, sobre todo en el área del deporte de discapacidad. Creo que tengo potencial para motivar”, dijo en una entrevista con la periodista Barbi Corvalán.
Oscar Moreno: "No alcanza"
Moreno recibe una pensión como medallista paralímpico, equivalente a dos jubilaciones mínimas, lo que hoy ronda los 600.000 pesos. Sin embargo, él mismo reconoce que no es suficiente para sostener a su familia. “Eso es lo que me lleva el día a día a decir: ‘tengo a los chicos, tengo a mi cargo cuatro hijos’. Gracias a Dios están todos sanos, comen bien, hay que vestirlos, van al colegio”, explicó.
Trabajo, sacrificio y familia
A pesar de haber trabajado como consultor y estar vinculado al deporte adaptado, la Federación de Fútbol para Ciegos dejó de convocarlo. Frente a ese vacío laboral, Moreno no se quedó quieto: “Siempre estoy haciendo cosas desde que dejé la Selección. Vendía puerta a puerta cosas que hacía mi esposa, como pan casero. También pusimos un puesto de tortilla en Isidro Casanova con mi hijo”.
Sin embargo, subirse al tren no fue una decisión sencilla. “Mi familia no quería saber mucho de que subiera al ferrocarril, por el peligro, por estar en movimiento, bajar en una estación y subir en otra”, recordó. Empezó en la línea Mitre, pero las largas distancias lo obligaron a cambiar. “Tenía dos horas y media de ida y lo mismo de vuelta. Le dije a mi esposa: ‘me parece que me voy a subir al tren de Once a Moreno’. Y así fue. Todo lo que gastaba en viajar, ahora lo ahorro”.
Lejos de buscar compasión, Moreno remarcó que su historia no es para dar lástima. “Es mi motor impulsivo para salir a trabajar”, afirmó. Su meta sigue clara: volver a involucrarse en el deporte adaptado, desde donde puede aportar su experiencia y capacidad para motivar a otros.