El instante del impacto
En la cabina de la locomotora que se aproximaba viajaban John Anderson (conductor) y Michael Anderson (maquinista, sin parentesco entre ellos). Ambos advirtieron la imprudencia de las chicas y comenzaron a tocar la bocina desesperadamente.
“Estaban en su propio mundo”, recordó John tiempo después. El tren circulaba a casi 63 km/h. Aunque activaron el freno de emergencia, la física es implacable: un tren a esa velocidad necesita más de un kilómetro para detenerse por completo.
“Las vimos durante unos 12 segundos hasta que desaparecieron de nuestra vista y el tren siguió avanzando”, contó John, todavía con la voz quebrada por el recuerdo.
Cuando la formación finalmente se detuvo, unos 400 metros más adelante, el conductor corrió hacia atrás con la esperanza de encontrar a las jóvenes con vida. Dos ya habían fallecido. Savannah, la menor, estaba herida y desorientada. John se quedó a su lado, le tomó la mano y le aseguró que todo estaría bien hasta que llegaron los paramédicos.
Tres días de agonía y un duelo eterno
Savannah fue trasladada de urgencia a un hospital en Salt Lake City. Su cuerpo mostraba más de una docena de huesos rotos, hemorragias internas, coágulos de sangre y una lesión cerebral irreversible. Resistió tres días, hasta que finalmente falleció.
El golpe fue devastador. Tres adolescentes con sonrisas enormes y un futuro por delante perdieron la vida en un instante. Para sus padres, la pesadilla recién comenzaba: enterrar a sus hijas y aprender a vivir con una ausencia imposible de llenar.
La otra cara del dolor: los ferroviarios
La tragedia también marcó para siempre a los trabajadores que estuvieron al mando del tren. John y Michael, ambos padres de hijas adolescentes, quedaron profundamente afectados.
John encontró consuelo en las charlas con sus compañeros y en el apoyo de su esposa, que lo convenció de no refugiarse en el alcohol. “No hubiera sido el primero en buscar consuelo en un mal hábito después de algo así”, admitió.
Michael, en cambio, eligió el silencio. Pasó días sin poder hablar del tema, sufriendo pesadillas recurrentes y recordando una y otra vez el momento en que vio los cabellos rubios y las camperas de las adolescentes volar con el viento segundos antes del impacto. “Lo que pasó fue muy intenso y tendré que cargarlo el resto de mi vida”, confesó.
Con el tiempo, Michael transformó su dolor en acción: se convirtió en voluntario para ayudar a otros ferroviarios que atraviesan experiencias traumáticas similares.
La primera “selfie mortal”
Selfie mortal 2
El error fatal de tres adolescentes que terminó en tragedia en Estados Unidos.
La tragedia de Essa, Kelsea y Savannah es recordada como una de las primeras “selfies mortales” registradas en el mundo. La imagen que tomaron aquel día quedó marcada como un símbolo del riesgo detrás de esta práctica.
En la foto se las ve felices, inconscientes del peligro inminente. Un detalle estremecedor: en la esquina superior se distingue el brillo del faro del tren que terminaría con sus vidas.
Una campaña para crear conciencia
El accidente tuvo repercusión nacional en Estados Unidos. En 2016, la empresa Union Pacific lanzó una campaña de seguridad ferroviaria en YouTube con videos animados que advertían sobre el riesgo de acercarse a las vías para tomarse fotos.
“El accidente que se llevó la vida de mis hijas era evitable y muestra lo cerca que puede estar un tren sin que uno lo escuche”, expresó Jayna Webster, madre de Kelsea y Savannah.
La campaña apuntó no solo a adolescentes, sino también a adultos que ponen en riesgo su vida buscando una foto “extrema”. El mensaje era claro: nunca subestimes la velocidad de un tren ni la magnitud del dolor que puede causar un accidente así.
El peso de lo irremediable
A más de una década del accidente, la imagen sigue circulando como un recordatorio brutal de los riesgos de las selfies extremas. Para las familias, la herida permanece abierta. Para los ferroviarios, la escena nunca dejará de repetirse en sus recuerdos.
“Nadie debería pasar por esto y espero que la gente piense en el mensaje de seguridad y lo comparta con sus seres queridos”, concluyó la madre de las víctimas.
La tragedia en Utah demostró que a veces un instante de inconsciencia puede arrastrar una vida entera de dolor.