La esperanza de las familias en el nuevo equipo de fiscales
El cortejo fúnebre se dirigió hacia el cementerio, donde decenas de personas acompañaron a las víctimas hasta su última morada. Paralelamente, el nuevo equipo de fiscales designado en la causa espera reunirse con las madres tras el sepelio para que puedan aportar más información y colaborar con el esclarecimiento del caso.
Esta reunión es clave para los investigadores, que buscan avanzar en una causa atravesada por vínculos narcos, ajustes de cuentas y violencia extrema. Los investigadores sostienen que las chicas fueron víctimas de un entramado criminal que las tomó como blanco en un mensaje mafioso.
El testimonio del abuelo: entre la impotencia y la fe en la Justicia
En la cochería, el abuelo de las jóvenes habló con los medios y dejó frases cargadas de dolor e indignación. “No puedo largar una lágrima porque siento impotencia”, expresó con crudeza, revelando la dureza de enfrentar una tragedia que desgarra a toda la familia.
Luego relató cómo está su hijo, padre de una de las víctimas: “Él se largó a llorar, me abrazó y me dijo: ‘Lo rompieron todo. Destrozaron a mi hija’. No sé si yo lo hubiera soportado”. Sus palabras reflejaron la magnitud del impacto en el núcleo familiar, que todavía no logra comprender cómo la violencia les arrebató a dos de sus integrantes más queridas.
El abuelo, identificado como Antonio, también dejó en claro que no buscan compensaciones materiales, sino una sola cosa: justicia. “Yo no necesito plata, no necesito apoyo. Yo necesito que hagan justicia y que los que son culpables, lo paguen cueste lo que cueste. Nada más. Y que las chiquitas descansen en paz, por lo menos”, dijo con firmeza.
“Me van a ver todos los días en el Congreso”
Antes de retirarse, Antonio lanzó una advertencia y una promesa: “Confío en la Justicia, pero me van a ver todos los días en el Congreso reclamando por la condena a los asesinos”. Su decisión de convertirse en una voz activa en la lucha por justicia marca un punto de quiebre en la causa. No se trata solo de un dolor familiar, sino de un reclamo que empieza a ganar fuerza social y política.
Este compromiso del abuelo refleja lo que se repite en cada velorio de víctimas de violencia en el conurbano: el pedido desesperado de que el Estado actúe, que las investigaciones avancen y que las condenas no se diluyan en la impunidad.
Un crimen que sacudió a Florencio Varela
El triple crimen, en el que también fue asesinada Lara Morena Gutiérrez (15), se convirtió en uno de los casos más impactantes del año en el conurbano bonaerense. Los cuerpos de las jóvenes fueron hallados en una vivienda vinculada a un narco conocido como “Pequeño Jota”, lo que reforzó la hipótesis de un ajuste de cuentas mafioso.
El horror no solo estuvo en la brutalidad del hecho, sino también en la forma en que se ejecutó: torturas, violencia extrema y hasta la transmisión en vivo del crimen a través de redes sociales. Detalles que estremecieron a los investigadores y que todavía generan repudio en la sociedad.
En medio del dolor, los familiares de Brenda y Morena repiten una consigna clara: “Justicia o nada”. No hay espacio para la resignación. Cada testimonio de los padres y abuelos marca la necesidad de transformar la pérdida en un grito colectivo contra la violencia narco que arrasa barrios enteros del conurbano.
El sepelio de las jóvenes no fue solo un acto íntimo de despedida: fue también un acto público de denuncia, un llamado a que las autoridades políticas, judiciales y policiales asuman responsabilidades frente a un crimen que expone la crudeza del avance narco en la provincia.
La violencia de Florencio Varela no se limita a este caso. Vecinos de la zona señalaron que el barrio vive bajo la amenaza constante del narcotráfico y que la presencia de bandas armadas es cada vez más frecuente. El triple crimen de las jóvenes terminó de evidenciar una problemática estructural: la ausencia de controles efectivos y la falta de seguridad.
El dolor de los familiares se mezcla con el miedo de la comunidad. “Hoy fueron ellas, pero mañana puede ser cualquiera de nosotros”, comentó una vecina que participó del velorio. Ese temor latente es el que potencia aún más el reclamo de justicia.
Más allá de lo que determine la causa, el crimen de Brenda, Morena y Lara deja un mensaje claro: la urgencia de combatir el narcotráfico en los barrios vulnerables y de proteger a los jóvenes de caer como víctimas o rehenes de organizaciones criminales.
La despedida de las primas no fue solo una muestra de dolor familiar, sino una postal del duelo colectivo que atraviesa una comunidad golpeada por la violencia. Las lágrimas, las remeras con sus fotos y las promesas de lucha se convierten ahora en la llama que mantiene vivo el pedido de justicia.