En otro de los chats, la misma persona detallaba con crudeza:
“No quiso decir dónde estaban los dólares ni la merca. Por eso le cortaron dedo por dedo”.
La mención a dólares y droga alimenta las hipótesis de los investigadores sobre un ajuste de cuentas ligado al narcotráfico, lo que habría marcado el destino de las tres jóvenes.
Un crimen con un mensaje disciplinador
El ministro de Seguridad bonaerense, Javier Alonso, aportó su visión sobre lo sucedido y remarcó que los asesinatos no fueron al azar.
“El móvil fue disciplinatorio, fue para construir una imagen terrorista por parte del líder de la organización”, sostuvo el funcionario, quien describió que las chicas fueron engañadas:
“Creían que iban a participar en un evento al que las habían invitado. Van por su propia voluntad con alguien que se había ganado su confianza”.
Este dato refuerza la teoría de que el crimen fue premeditado, y que detrás de la escena macabra hubo una clara intención de enviar un mensaje de poder dentro de los circuitos narcos de la zona.
Hipótesis en torno al caso
La investigación sigue múltiples caminos. El periodista Sebastián Domenech explicó que cuatro detenidos siguen siendo el centro de la pista narco, aunque aclaró que existen varias líneas de análisis.
Hipótesis 1: un encuentro sexual que terminó de la peor manera.
Hipótesis 2: un robo que derivó en violencia extrema.
Hipótesis 3: un ajuste de cuentas narco, vinculado a una “mexicaneada” (traición o engaño dentro del circuito del narcotráfico).
Domenech añadió: “De alguna manera, una de las chicas podría haber estado vinculada a un conflicto que detonó la brutal reacción de los asesinos”, aunque evitó señalar a una víctima en particular.
La hipótesis que más fuerza cobra es la tercera. Para los investigadores, el triple crimen funcionó como un ritual disciplinador dentro del narcotráfico, un mecanismo de terror diseñado para sembrar miedo en quienes se animaran a desafiar a los líderes de la organización.
Este tipo de hechos no son nuevos en la lógica de las bandas criminales: el uso de la tortura y la transmisión en vivo responde a una estrategia macabra destinada a demostrar control y superioridad.
La frase “hubieras visto cómo lloraban las manitas” no solo refleja sadismo, sino también la intención de mostrar al público interno de la organización que no habría clemencia para quienes osaran traicionar.
Uno de los aspectos más aterradores de la causa es que el crimen habría sido transmitido en vivo a través de chats privados. Esto marca un salto cualitativo en la violencia: ya no se trata solo de matar, sino de espectacularizar el sufrimiento.
En ese contexto, la justicia investiga qué plataforma fue utilizada y quiénes estaban conectados en tiempo real observando el crimen. Esta arista resulta clave porque podría abrir nuevas líneas de imputación para los espectadores que participaron del “espectáculo” del horror.
Hasta el momento, cuatro sospechosos se encuentran tras las rejas. Todos ellos tienen antecedentes vinculados al narcotráfico y se cree que actuaron bajo las órdenes de un líder conocido en la zona como “Pequeño Jota”, quien sería el cerebro detrás del crimen.
Si bien aún no hay pruebas concluyentes que los vinculen directamente con la ejecución material de los asesinatos, los investigadores sospechan que habrían tenido participación en la planificación, logística y transmisión del hecho.
El caso ha despertado una ola de indignación social. Vecinos, familiares y organizaciones de derechos humanos han reclamado justicia en marchas y vigilias.
Las familias de Brenda, Morena y Lara atraviesan un dolor indescriptible, agravado por los detalles escabrosos que emergen día tras día. Para ellos, no se trata solo de la pérdida, sino de la forma cruel en que fueron arrebatadas sus vidas.
“No queremos que sus muertes queden en el olvido. Vamos a luchar hasta que haya justicia”, expresó un familiar en una reciente concentración frente a los tribunales.
La justicia bonaerense enfrenta un reto complejo: desentrañar la trama narco detrás de los asesinatos, probar la participación de los acusados y garantizar que los responsables materiales e intelectuales paguen por sus crímenes.
El caso también abrió un debate más amplio sobre la penetración del narcotráfico en la vida cotidiana de los barrios populares y la necesidad de reforzar las políticas de seguridad, prevención y contención social.
El triple crimen dejó una marca imborrable en Florencio Varela. La brutalidad del hecho, la edad de las víctimas y la exposición pública del sufrimiento configuran un escenario que difícilmente se pueda olvidar.
Mientras tanto, los investigadores siguen analizando los celulares, chats y redes sociales para reconstruir el minuto a minuto del horror. El desafío es lograr que la justicia avance con la misma contundencia con la que los asesinos planearon su macabro acto.