“Se acercó personal de custodia, le piden que exhiba el celular. Sabag exhibió el celular, apretó un botón lateral pero no encendía la pantalla. Vuelven a poner el celular entre sus pertenencias. (…) Él estaba muy tranquilo, muy calmo. No parecía que había tratado de cometer un delito. Lo subí a la camioneta, quedé en la parte trasera con él. Estuve en todo momento con él”.
“Yo soy kirchnerista”
Arias Correa relató una situación insólita: cuando la militancia que acompañaba a la vicepresidenta coreaba “si la tocan a Cristina qué quilombo se va a armar”, Sabag Montiel –quien ya estaba controlado por personal policial– “acompañaba con su cuerpo” el cántico. El relato es coherente con la actitud que éste y otros testigos describieron: el homicida frustrado decía en esos primeros momentos que él era “kirchnerista”, que no entendía por qué lo habían golpeado los militantes verdaderos y atribuía ese ataque a “un error de los militantes”.
La Policía Federal montó una carpa como central de operaciones de los primeros pasos tras el atentado. En ese lugar, explicó Arias Correa, le realizaron un hisopado, ingresó personal femenino para tomarle la temperatura y “otro personal comienza a hacer la requisa. Este personal intentó encender el celular pero dijo que no se podía. Sacaron el chip y la memoria, lo pusieron en un sobre de papel madera, se firmó, se colocó en un sobre negro para que no emitiera señal”.
El teléfono de Sabag Montiel quedó inutilizado y reseteado de fábrica aquella noche. Así se perdió prueba potencialmente valiosa sobre la trama del ataque.
Muchas manos
A estas alturas del relato, el teléfono ya había pasado al menos por tres manos diferentes. Arias Correa aseguró que “adentro del auto Sabag Montiel no manipuló el celular” y sumó: “entre el primer momento y la requisa nadie tocó el celular”.
Sin embargo, el tribunal oral federal 6 le exhibió una declaración prestada poco después del ataque en la que sostuvo que “una persona de saco y corbata tocó el celular pero no encendió”. Aunque no lo identificó, esa persona pudo haber sido el jefe de la custodia, Diego Carbone.
El subcomisario Pablo Fumega, quien estaba a cargo de Intervención Territorial, confirmó que Sabag Montiel sólo podía identificarse por la aplicación Mi Argentina, que tenía en su celular “marca Samsung, color claro”. Cuando el uniformado le pidió que se la exhibiera, el imputado le respondió: “olvídate, va para atrás, lo tengo sin batería”.
“Delante de mí manipula el equipo para encenderlo. (…) Él trató de identificarse por la aplicación manipulando el teléfono”, subrayó.
Matías Fernández, jefe de servicio de la Brigada de Custodia, primer anillo de seguridad de Cristina Kirchner la noche del ataque, también señaló que cuando se produjo la detención ciudadana, Sabag Montiel “dijo que era militante que quería saludar a Cristina, que le firmara un libro”.
“Me dice que le querían pegar y me pregunta si siempre son tan agresivos”.
También él confirmó la manipulación del celular que luego terminó inutilizado. “Estaba sin batería. Lo manipuló, tocaba los botones y no encendía, estaba la pantalla totalmente negra”.
Fernández describió que tras comprobar que el celular (cuyo aspecto exterior recordó como “sano”) estaba apagado y sin reacción, “se le devolvieron las pertenencias, también el teléfono”.
Así fue conducido a un patrullero: sin esposas y con el teléfono y el resto de sus pertenencias en el bolsillo de la campera que vestía.
En la audiencia de este miércoles también declararon otros dos testigos policías: Pablo Codina, chofer del móvil piloto más próximo al auto de la vicepresidenta, quien resguardó el arma con la que intentaron matarla, y Cesar López Rinaldi, quien además es abogado.
Durante la audiencia de hoy se observó, además, una foto inédita del momento inmediatamente posterior a la detención de Sabag Montiel, con un ojo golpeado y ensangrentado como consecuencia del accionar de los militantes que lo redujeron tras el fallido intento de magnicidio.