Río Negro y Neuquén son dos provincias muy particulares. Fundamentalmente, porque son gobernadas hace años por partidos locales (en el caso de Neuquén hace 60 años) que siempre miraron de reojo el mapa nacional. Esta vez no fue la excepción.
Río Negro y Neuquén son dos provincias muy particulares. Fundamentalmente, porque son gobernadas hace años por partidos locales (en el caso de Neuquén hace 60 años) que siempre miraron de reojo el mapa nacional. Esta vez no fue la excepción.
El resultado quedó expuesto. Uno de los partidos perdió su hegemonía (el MPN se va del poder después de 60 años) y el otro retuvo la gobernación, pero tuvo que aliarse con partidos nacionales y aún así ganó por menos de lo que se esperaba.
En una primera lectura se ven los vientos de cambio. Pero si se mira un poco más fino es posible sacar algunas otras conclusiones que los líderes nacionales van a tener que seguir muy de cerca.
En Neuquén ganó el cambio, pero… Rolando Figueroa fue el candidato que rompió la hegemonía de 60 años del MPN. Marcos Koopmann era el candidato oficial del partido, apadrinado por Jorge Sapag, hijo de Elías Sapag, fundador del MPN. Pero el propio Figueroa es un dirigente del MPN y de hecho es el exvicegobernador de la provincia. Ganó el cambio de partido pero basado en lo viejo. Figueroa es parte de “la Casta”, al decir de Milei.
En Neuquén, Figueroa necesitó la alianza con el PRO para poder ganar la elección. Si no, hubiera quedado como un candidato testimonial. Los apoyos nacionales de Macri y Larreta hicieron su efecto.
En Río Negro pasó algo parecido. El candidato de Juntos por el Cambio, Anibal Tortoriello (actual diputado nacional) sacó casi 25 puntos. Muy lejos del triunfo pero muestra una elección nada despreciable.
Fueron las dos primeras elecciones en que Milei pone a prueba su fuerza sin competir él mismo. Y no le fue nada mal. Sacó 8 puntos en Neuquén y 9 en Río Negro. Sin estructura, sin dinero para la campaña y en provincias donde su líder nacional no pudo ir muchas veces. No fue un mal debut.
La participación en Río Negro fue la más baja de la historia de la provincia con el 66,48%. Quizás sea la explicación de por qué la elección de Weretilneck fue más baja de lo que se esperaba. También el hecho de que se viera la elección casi ganada por parte del oficialismo, bajó los incentivos para ir a votar.
En Neuquén votó el 76% de los habilitados, está dentro del promedio provincial de los últimos 20 años, aunque está por debajo del promedio nacional. Pero claro, había más expectativa de que algo distinto fuera a pasar.
Muy mala elección para el oficialismo nacional, desde cualquiera de sus vertientes.
Extrapolar estas elecciones hiperlocales a un esquema nacional es un ejercicio teórico que no tiene mayor sentido. De hecho, las dos provincias son gobernadas por fuerzas locales y los partidos nacionales tienen poco peso.
Pero sirve para medir cierto termómetro social: pocas ganas de participar, una adhesión importante al nuevo proyecto de Javier Milei, fortalecimiento de las opciones de cambio… son algunas de las variables extrapolables.
Por otro lado, el ejemplo de Río Negro muestra que los oficialismos tienen chances de retener el poder si logran mostrar una opción moderada y se alían con espacios tradicionales. Weretilneck vio sacudida su fortaleza como líder, pero selló una alianza con la Cámpora y la UCR local, y pudo superar la prueba de esta elección. Hubiera ganado igual si no lo hacía, pero el riesgo era mayor.
Postales de la primera elección de un muy largo año electoral.