“María Eugenia y mis hijos tienen la última palabra”, reconoció, en referencia a su esposa y sus cinco hijos.
Aun así, dejó claro que siente un llamado, una especie de misión espiritual que lo empuja a volver al ruedo político de una manera inédita: “Mi campaña sería mi alma hablándole al alma de los argentinos”, aseguró.
“No sé cuánto tiempo me queda, pero sí sé qué debo hacer con él”
El ex senador habló también de su enfermedad, sin dramatismos pero con profundidad emocional. Recordó que hoy puede comunicarse únicamente moviendo los ojos, a través de un sistema de seguimiento ocular que le permite “hablar” y escribir.
“Mis ojos son la puerta del alma”, dijo.
Y desde ese lugar describió lo que considera su rol en este momento de su vida: “No sé cuánto tiempo me queda, pero sí sé qué tengo que hacer con él: amar, servir, reconciliar y sembrar esperanza. Ese es mi liderazgo, ese es mi camino, esa es mi fe”.
Crítica y diagnóstico del país: “No necesitamos héroes de bronce”
Esteban Bullrich hizo un diagnóstico muy crítico sobre el presente político, económico y social de la Argentina. Señaló que lo que observa tanto a nivel internacional como en la gestión del presidente Javier Milei “no le gusta”.
Pero, sobre todo, remarcó lo que considera el principal déficit de la dirigencia actual: “La Argentina no necesita héroes de bronce ni iluminados que prometan salvaciones instantáneas. La Argentina necesita almas grandes”.
El libro que funciona como manifiesto
Bullrich aprovechó la entrevista para presentar su nuevo libro, “Una nueva Buenos Aires”, que escribió junto al economista laboral Jorge Colina y el abogado y empresario Enrique Morad. La obra -que en la práctica funciona como un manifiesto político, social y moral- propone renovar el pacto de unión nacional desde una mirada humanista y federal.
Relató que el proyecto surgió a partir de su campaña como senador en 2017, cuando recorrió la provincia y observó lo que describe como “un territorio partido en dos”.
“Vi una realidad muy distinta a la que muchos imaginaban desde lejos. No era solo una diferencia económica, sino existencial”, dijo.
Asegura que aquellas experiencias marcaron su visión sobre la necesidad urgente de reconstruir vínculos rotos, superar la lógica amigo-enemigo y fortalecer la cohesión social.
“Las heridas profundas no se cierran con discursos ni decretos, sino con almas que se entregan, corazones que perdonan y espíritus que dialogan”, reflexionó.