La Jungla del poder

Las tres dimensiones de la pelea entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner, y las ideas del peronismo para resolver la crisis

Los reclamos de La Cámpora al Presidente se multiplican. ¿Qué les piden y qué está dispuesto a ceder Alberto Fernández? ¿Quiénes son los posibles mediadores?
Pablo Winokur
por Pablo Winokur |
Máximo Kirchner y Wado de Pedro

Máximo Kirchner y Wado de Pedro, en medio de la multitudinaria convocatoria de La Cámpora para la marcha del 24 de marzo.

La Cámpora hizo una demostración de fuerza. La marcha del 24 de marzo busca marcarle la cancha al gobierno de Alberto Fernández, al que ya no consideran propio. No quieren que Alberto se vaya, ni ellos se van a ir del gobierno. Se esperaba que el jueves hicieran la ruptura definitva, pero al final no pasó. Aunque la imagen habló por sí sola.

¿Qué quieren de Alberto Fernández? Un cambio en el rumbo económico, un cambio de gabinete que saque del medio a los dos jefes de la economía (Martín Guzmán y Matías Kulfas) y un renunciamiento (¡no confundir con renuncia!): buscan que Alberto dé un paso al costado y deje de hablar de una posible reelección.

De los tres pedidos, al menos dos resultan inaceptables para Alberto Fernández. Sobre la economía, no hay otro camino posible que el pautado con el FMI; mover a Guzmán o Kulfas sería como entregar su gobierno. El tercero se podría rever en determinadas condiciones.

La marcha del 24 funcionó para demostrar el poder de fuego de La Cámpora. “Si nos tenés en contra, perdés el control de la calle”, pareció decir. Para el peronismo, el poder de la calle es fundamental.

Esa demostración se dio en cuatro planos:

-Capacidad de movilización. Ninguna otra fuerza política tiene hoy la potencialidad de convocar tanta gente, ni en la oposición ni en el oficialismo.

-La mística y militancia. Más allá del número, la gente que estaba ahí sabía por qué estaba, confluían con un mismo sentimiento, cantaban las mismas canciones, se emocionaban por lo mismo, con sus rituales, sus himnos. “Esta caminata es una procesión”, dijo la intendenta de Quilmes Mayra Mendoza. Hacer caminar a la gente 13 kilómetros no es poca cosa.

-Logística y organización. Todo perfectamente ordenado, con pecheras alusivas, la seguridad, los cordones. Muchas veces los actos del peronismo terminan a las piñas. Esta vez no pasó. Era todo color y alegría (queda la duda de si era el día para tanta alegría…).

-Convocatoria de aliados. A diferencia de otros encuentros de La Cámpora, acá sumaron aliados. Algunos muy previsibles, como el espacio que lidera Juan Grabois o Amado Boudou, líder de la agrupación Soberanxs. Pero hubo algunas sorpresas, como la de Victoria Donda o intendentes (en uso de licencia) del conurbano bonaerense que tienen su juego propio: Martín Insaurralde (Lomas), Gustavo Menéndez (Merlo), Leonardo Nardini (Malvinas Argentinas)…

Movilización multitudinaria de La Cámpora a Plaza de Mayo por e 24 de Marzo, en medio de la tensión con el presidente Alberto Fernández y el FMI.jfif

El contraste se dio con otra foto que es la que armó el albertismo. Sin mucho margen de maniobra, algunos de la foto liderados por Juan Zabaleta (ministro de Desarrollo Social) empezaron a arrimar ministros. El objetivo era mostrar un albertismo marchando, nada más. Una forma de mostrarse enteros para contener las presiones y críticas del kirchnerismo, que tienen fundamentalmente tres ejes:

La dimensión económica

El kirchnerismo le reclama a Alberto que haga algo. Que genere medidas que le pongan plata a la gente en el bolsillo y que confronte con los grupos concentrados de la economía. Es lo que hizo el kirchnerismo entre 2007 y 2015, con resultados no siempre exitosos.

Tanto Alberto Fernández como Sergio Massa (tercera pata de la coalición) creen que ese modelo está agotado.

Para poner plata en el bolsillo de la gente hace falta emitir billetes (lo que termina en inflación) o aumentar impuestos; desde estos dos sectores creen que ya no hay margen para eso. “Dejar de imprimir plata es terminar con la ilusión de que podés meterle guita a la gente sin consecuencias”, dice un dirigente cercano a Alberto. El impuesto a la riqueza permanente (otra de las medidas que propone el kirchnerismo), solo terminaría por desalentar la poca inversión que hay en el país.

Gobernadores e intendentes -el poder territorial- creen lo mismo. No todos se animan a plantearlo en esos términos, porque dependen en buena parte del dinero de las gestiones nacionales y provinciales para sostener la paz de sus municipios.

La dimensión política

La pelea de fondo es quién toma las decisiones en el Frente de Todos. ¿El que tiene la lapicera legal o el que aportó los votos?

El kirchnerismo mantiene una actitud ambigua. Por un lado le exige a Alberto que tome decisiones y tenga una gestión más ágil; pero por otro, le cuestiona cada decisión que toma o la impugna por inconsulta. Es un juego en el que nunca se puede ganar, como el Juego del Calamar.

“El plan económico de Alberto fue siempre claro: ir bajando el gasto y la emisión de a poco, subir las tarifas de a poco. Fueron ellos los que siempre se opusieron a todo”, defienden los albertistas. “La inflación de febrero fue la inflación por la emisión del plan platita”, acusan.

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El ministro Juan Zabaleta, en el centro de la imagen compartida por distintos funcionarios y dirigentes albertistas.

El ministro Juan Zabaleta, en el centro de la imagen compartida por distintos funcionarios y dirigentes albertistas.

Como no gusta la gestión de Alberto, lo más fácil es pedirle un cambio de gabinete. Aunque jamás en la historia reciente de la Argentina ese tipo de movimientos sirve para mejorar la gestión.

En el albertismo algunos creen que se podría ceder un poco y que la modificación sería necesaria. Según esta lógica, Guzmán no es más una pieza insustituible. El cambio tendría que ser por alguien de su mismo riñón, para que no parezca que Alberto pierde poder. Solamente hay una persona en economía que puede ser su alter ego: Cecilia Todesca Bocco, que fue vicejefa de gabinete de Cafiero. ¿Alcanzaría para bajar la presión externa? Difícil.

Si los echa a Kulfas y Guzmán, me saco una foto con Santilli”, sentencia un dirigente albertista. Los sectores más duros del albertismo creen que no va a haber cambios de gabinete. Ni Alberto va a ceder, ni el kirchnerismo va a dejar sus espacios de poder, ni sus “cajas”.

Un dirigente peronista estimó que la movilización del jueves costó 70 millones de pesos; 1/4 de la marcha era de gente del interior a la que hubo que trasladar. Imposible hacerlo sin el aparato estatal.

La dimensión del liderazgo

Quizás sea el problema más importante para Alberto Fernández. Algunos creen en su plan económico; muchos justifican la falta de resultados en el bloqueo permanente que le impuso el kirchnerismo. Pero incluso los más cercanos creen que Alberto es un pésimo líder.

La idea de Alberto ahora es por una vez gobernar sin prestar atención a lo que diga La Cámpora. Si eso se concreta, el kirchnerismo va a tener que redoblar sus críticas para hacer el mismo ruido. Sería una guerra fría que -creen- va a terminar fortaleciendo a Alberto. Hoy, en el albertismo creen que nadie va a abandonar el barco.

Las críticas al estilo de gestión de Alberto se multiplican. En dos años no pudo construir una estructura propia, regaló legisladores tanto a nivel nacional como en la provincia de Buenos Aires, desistió de construir una CGT propia y fundamentalmente no le imprimió ningún dinamismo a la gestión.

Sobre esto se cierra la grieta entre kirchneristas, massistas y albertistas: no alcanza con ponerse de acuerdo en dos o tres ideas si el líder no funciona. Este problema no tiene solución.

Los intendentes, los mediadores

El martes de la semana pasada, un grupo de intendentes del Frente de Todos se reunió en La Matanza para hablar de cómo resolver la crisis. Les pidieron a Alberto y Cristina que se junten a solucionar los temas pendientes y que pongan foco en “la mesa de los argentinos” (inflación) y en la inseguridad. La lectura es que no se puede seguir hablando de micropolítica porque la gente la está pasando mal.

“No se puede modificar lo qué pasó… si se puede encauzar lo que viene. Hay que mirarlo de esa manera”, explica a A24.com uno de los intendentes que participó del encuentro.

“Los intendentes del conurbano, representamos una gran porción electoral y por ello nos mostramos para pedir que se junten. No es en contra de nadie. Al contrario, es en favor de recuperar la iniciativa en el futuro breve”, dice.

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Un grupo de intendentes del Frente de Todos se reunió en La Matanza para hablar de cómo resolver la crisis (Foto: Twitter oficial de Fernando Espinoza).

Un grupo de intendentes del Frente de Todos se reunió en La Matanza para hablar de cómo resolver la crisis (Foto: Twitter oficial de Fernando Espinoza).

¿De quién tiene que ser el acercamiento? Uno de los que participó usa una metáfora poco deconstruida: “Cuando nosotros éramos pibes y queríamos que una piba nos diera bola, por más que a la piba le gustáramos, si no íbamos nosotros a encarar y dar el primer paso, lógicamente no pasaba nada…”. El primer responsable del acercamiento es, en esta lectura, Alberto Fernández.

La preocupación por la situación en el conurbano es mayúscula. Muchos intendentes ven que la cosa se les escapa de las manos. Ya no es solamente una necesidad electoral que todos se junten. Los problemas son grandes y hoy el peronismo no parece ser una herramienta de gestión para contener la olla a presión.

Tanta es la preocupación que en estos días se vio juntos a dos intendentes que no se pueden ni ver como Fernando Espinoza y Martín Insaurralde, juntos, en La Matanza. No los une el amor sino el espanto.

A diferencia de Insaurralde, Espinoza armó su propia columna para el 24 de marzo y no participó desde la marcha de la ESMA. No anda tan bien con La Cámpora ni los necesita.

El factor Massa

Hay un tercer actor que está jugando en relativo silencio en medio de tanta crisis. Sergio Massa decidió irse a Salta el 24 de marzo. Su posición es incómoda. Su lugar natural en la política es el que ocupa Alberto Fernández: a los dos, en algún momento, el kirchnerismo los acuso de ser “empleados” de la embajada de Estados Unidos.

Massa plantea matices cada vez que puede: tiene posiciones diferentes sobre política exterior (Cuba, Nicaragua, Venezuela, Rusia); se muestra sin matices a favor del acuerdo con el FMI; pide acuerdos con la oposición; habla de inseguridad; rechaza los aumentos de impuestos y lanza medidas de "alivio fiscal".

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Sergio Massa, con Gerardo Morales. El líder del Frente Renovador está en una posición incómoda dentro del oficialismo. Entre otras cosas, pide acuerdos con la oposición.

Sergio Massa, con Gerardo Morales. El líder del Frente Renovador está en una posición incómoda dentro del oficialismo. Entre otras cosas, pide acuerdos con la oposición.

Pero tiene una alianza táctica con Máximo Kirchner y La Cámpora. En los últimos días planteó desde el Congreso que la Argentina necesita encontrar 5 puntos de acuerdo entre oficialismo y oposición para salir adelante.

Y plantea la institucionalización del Frente de Todos. Esa idea fue tomada también por dirigentes cercanos a Alberto Fernández como el Chino Navarro o Agustín Rossi. ¿Podrá venir por ahí un principio de solución? ¿Aceptará el kirchnerismo una solución basada en acuerdos con la oposición? ¿Aceptarán que sea Sergio Massa el que la proponga? Preguntas sin respuesta por ahora.

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