La letalidad es una medida depende de la capacidad de testeo. Mientras que un contagio leve puede no ser registrado por el sistema de salud (y por lo tanto, a las estadísticas), es mucho más difícil que una muerte escape a los registros oficiales. La positividad de los test (la proporción de positivos sobre el total de pruebas realizadas) es aceptada como un termómetro de sub o sobretesteo.
En mayo de 2020 la positividad rondó un 15%, dentro de los márgenes recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS). En cambio, en abril de 2021 siempre estuvo por encima del 30%. Eso significa que, si es que hubo menos testeos que los necesarios, esa situación probablemente se haya vivido en el último mes y no hace un año atrás.
En marzo de este año la letalidad rondó el 1,8%, con 4.176 fallecidos por COVID-19 y 227 mil contagiados que sobrevivieron, menos de la mitad que en mayo de 2020.
Contagios Córdoba.jpg
La segunda ola de COVID-19 generó un fuerte estrés en el sistema sanitario, principalmente en las camas de terapia intensiva (Foto: archivo)
Si bien la letalidad se redujo, la ocupación de las camas de terapia intensiva en el AMBA tocó su valor máximo desde el inicio de la pandemia. En el primer día de abril, 6 de cada 10 camas estaban ocupadas. Un mes después, 8 de cada 10 unidades no estaban disponibles. En las últimas jornadas, el porcentaje de ocupación de camas se redujo levemente y está en 75% según los datos más recientes.
Una dinámica similar se registró en el sistema público de la Ciudad de Buenos Aires, con un aumento acelerado. En los últimos días de marzo, 27% de las camas para internaciones graves estaban ocupadas. Según los datos más recientes del Gobierno de la Ciudad, ese porcentaje fue del 92% el 2 de mayo, superando también cualquier valor de 2020.
La segunda ola también tuvo variaciones en cuanto a la edad de los contagiados, internados y fallecidos. El 70% de los pacientes que dieron positivo de COVID-19 desde el 15 de marzo tienen entre 16 y 50 años. Sin embargo, entre los fallecidos desde esa misma fecha, el 67% tenía más de 66 años. Entre los niños de hasta 15 años solo se concentraron el 4% de los contagios y 2% de los internados en el último mes y medio.
Además, entre los internados de la segunda ola, el 45% correspondió a casos de mayores de 66 años, mientras que otro 30% a pacientes entre 51 y 65 años. Otro 20% de los internados fueron personas de más de 31 años pero menos de 50.
Si se desagregan los grupos etarios por décadas, hay dos que empataron en la cantidad de contagios: entre los jóvenes de más de 20 años y los de más de 30 registraron 160 mil casos cada uno, en un mes y medio.
Entre los internados, los pacientes entre 61 y 70 años fueron mayoría, con 3.420 casos. Le siguieron las personas con más de 71 pero menos de 80 años, con 2.981 casos y las de más de 51 pero menos de 60 con 2.625.
Hubo 2.785 fallecimientos entre los pacientes de más de 71 años pero menos de 80 y fueron el grupo etario con mayor peso entre los casos de COVID-19 que devinieron en una muerte. Además, se registraron 2308 decesos en las personas de entre 61 y 70 años.
De hecho, el promedio de edad de los fallecidos y los internados se está reduciendo desde enero de 2021. El promedio de edad de los fallecidos por COVID-19 en julio de 2020 había sido de 74 años y medio. En abril de 2021 esa cifra cayó a 70 años. Entre los internados, el máximo de 65 años y medio registrado en enero de este año se redujo a 62 años en tan solo 4 meses.
Quizás esa caída en el promedio de edad de los fallecidos y los internados pueda ser resultado tanto de la campaña de vacunación en Argentina como también una señal de que cada vez más jóvenes tramitan con síntomas más graves la enfermedad de la pandemia.