“Fue un año en el 2015. Ese año fumé mucho y a mí el THC me hizo mal. Yo me creía un cuentito que me hacía sentir. Fumaba y sentía que era Dios, que recibía señales, que la radio me hablaba. Dejaba de fumar y se me iba. Me pasé de rosca, mi cabeza se fue y me creí que era el Espíritu Santo, y no hay forma de volver para atrás”, relató, sin titubeos.
El actor recordó también los meses posteriores al episodio, cuando debió ser internado en dos oportunidades. “Me internaron dos veces… hasta que hace un año y medio me di cuenta de que tomaba siete pastillas por día”, agregó, reconociendo los efectos secundarios del tratamiento psiquiátrico.
Matías admitió que por mucho tiempo no entendía lo que le pasaba. “Yo me veía en imágenes y estaba más lento. No está mal, es parte del tratamiento, pero en mi organismo eso me hizo mal. El THC a mí no me hizo bien, me hizo ver cosas que no van de la mano con la realidad”, expresó.
Su testimonio fue directo, sin buscar lástima ni excusas. En un tono reflexivo, Alé aseguró que entendió el peligro de jugar con los límites de la percepción, y que, si bien el consumo puede no tener el mismo efecto en todos, en su caso se convirtió en una puerta hacia un abismo del que tardó años en salir.
El episodio de 2015 no solo significó una crisis emocional, sino también el final de una etapa profesional. Por entonces, Matías estaba en la cima: televisión, teatro y una relación amorosa que ocupaba titulares. Todo se desmoronó en cuestión de horas.
A lo largo de la década posterior, el actor intentó reconstruir su vida lejos del escándalo. Participó en programas, se volcó al mundo espiritual y mantuvo un perfil más bajo. Pero esta confesión lo devuelve al centro de la escena, no por el morbo, sino por la honestidad de su testimonio.
Hoy, a sus 47 años, parece haber hecho las paces con su pasado. “No hay forma de volver atrás, pero sí de entender lo que me pasó”, aseguró.