Los estudios internacionales muestran que los cambios de hora aumentan la irritabilidad, los niveles de estrés y, en casos más graves, pueden profundizar cuadros de ansiedad o depresión.
Al disminuir la calidad del sueño, se incrementa el riesgo de accidentes viales y laborales. Incluso, estadísticas de la Organización Mundial de la Salud señalan que en los días posteriores a un cambio horario aumentan los infartos y los problemas cardiovasculares.
Si bien la medida busca un ahorro energético, los especialistas advierten que el costo puede ser mayor: disminución en la productividad laboral, mayor ausentismo y menor rendimiento escolar.
Al modificar su huso horario, la Argentina se desalinearía de países con los que mantiene intercambios comerciales y financieros, generando complicaciones en vuelos, operaciones bancarias, reuniones virtuales y mercados internacionales.
El argumento central detrás de la propuesta es reducir el consumo energético, aprovechando mejor la luz solar y así bajar los costos de electricidad en los hogares y en la industria. Sin embargo, muchos expertos consideran que este beneficio es menor comparado con los riesgos que se generan en otros ámbitos.
El proyecto ya cuenta con media sanción en la Cámara de Diputados y será tratado en el Senado. De aprobarse, la medida podría implementarse rápidamente, obligando a adelantar una hora en todos los relojes del país.