En torno a esta figura surgieron mitos y estereotipos, como el de considerarlos desatendidos y obligados a buscar atención o a aceptar un papel secundario. Sin embargo, la realidad muestra un panorama más amplio: suelen fortalecer su capacidad de negociación, aprender a convivir con hermanos de distintas edades y usar el humor para integrarse en las conversaciones y decisiones.
No cargan con el peso de las expectativas iniciales del primogénito ni con la sobreprotección que rodea al más pequeño. Esa posición intermedia, que en la infancia puede sentirse como un reto, se transforma con los años en un entrenamiento para la vida: independencia, adaptabilidad, liderazgo sereno y empatía.
Más allá de las teorías, la fecha se convirtió en una oportunidad para celebrar logros y derribar el mito de que reciben menos afecto. Entre las formas más comunes de festejar están preparar una comida especial, compartir fotos y anécdotas o hacer un obsequio simbólico que destaque su valor dentro de la familia.