Para Muscari, el problema no es solo tener que enviar pruebas, sino el clima de desconfianza que eso genera desde el primer momento: “Aparte, ya el match empieza mal. Ya después no tengo ganas. O sea, soy yo. ¡Basta!”.
Lo que le pasa a Muscari no es un caso aislado. Muchas figuras públicas que intentan vincularse a través de apps como Grindr se enfrentan a un problema común: la incredulidad. Los usuarios piensan que se trata de perfiles falsos creados por fans o estafadores, y eso convierte el simple acto de conocer a alguien en una verdadera odisea.
En el caso del director, la situación es aún más llamativa por su constante exposición mediática y su reconocible rostro. Sin embargo, ni eso alcanza para convencer a sus potenciales citas.
En un contexto donde los perfiles falsos están a la orden del día, la desconfianza se ha vuelto la regla, y no la excepción. Muchos usuarios han sido víctimas de “catfish” (personas que usan fotos ajenas para engañar), y por eso exigen audios, videollamadas o selfies personalizadas para confirmar la identidad del otro.
Para alguien como Muscari, que simplemente quiere vincularse como cualquier otra persona, este filtro se ha vuelto una barrera emocional agotadora.