TREMENDA

Héctor Alterio arrasa en Netflix con una serie dramática que cautiva a todos los públicos

En medio de un panorama televisivo en el que abundan las producciones ligeras y las narrativas fugaces, una ficción argentina-española del año 2006 volvió a captar la atención del público en Netflix. S

Héctor Alterio arrasa en Netflix con una serie dramática que cautiva a todos los públicos

En medio de un panorama televisivo en el que abundan las producciones ligeras y las narrativas fugaces, una ficción argentina-española del año 2006 volvió a captar la atención del público en Netflix. Se trata de Vientos de agua, la serie creada por Juan José Campanella, protagonizada por Héctor Alterio, Ernesto Alterio y Eduardo Blanco, que entrelaza dos épocas para contar una misma historia: la de quienes deben dejar atrás su tierra para buscar un futuro mejor.

Con solo una temporada y trece episodios, Vientos de agua se ha consolidado, con el paso de los años, como una de las producciones más ambiciosas y emotivas de la televisión en español, y su vigencia sigue intacta en tiempos donde la migración vuelve a ser un tema central en muchas sociedades.

Una historia en dos tiempos: el pasado que explica el presente

La estructura de Vientos de agua es uno de sus elementos más distintivos. La serie alterna entre dos líneas temporales que corren en paralelo y que, poco a poco, se van entrelazando.

La primera línea se sitúa en la España de los años 30, en plena convulsión política y social. Allí conocemos a José Olaya, interpretado en su juventud por Ernesto Alterio. José es un joven minero asturiano que, tras un trágico accidente en la mina y un conflicto con las autoridades, se ve obligado a escapar de su país. Para lograrlo, adopta la identidad de su hermano fallecido y se embarca rumbo a la Argentina, como tantos inmigrantes europeos de la época.

La segunda línea temporal transcurre en Argentina en el año 2001, en el marco de la profunda crisis económica y social que sacudió al país. Allí vive Ernesto Olaya, hijo de José, interpretado por Eduardo Blanco, quien atraviesa sus propios dilemas familiares y laborales. La desesperación lo lleva a considerar emigrar hacia España, en una especie de espejo histórico que vincula pasado y presente.

Este juego narrativo no solo es una decisión estética: permite mostrar cómo los procesos migratorios moldean identidades, afectan generaciones y construyen memorias familiares. A través de la historia de los Olaya, Vientos de agua plantea una reflexión profunda sobre el desarraigo, la pertenencia, la transmisión cultural y la capacidad de adaptación.

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Héctor Alterio y un rol cargado de memoria

Uno de los pilares de la serie es, sin duda, la actuación de Héctor Alterio. El legendario actor argentino encarna a José Olaya en su vejez, ya instalado en Argentina, con un pasado lleno de silencios, recuerdos y secretos.

Alterio aporta una sensibilidad única a su personaje, que se mueve entre la nostalgia y el dolor, entre la añoranza de la tierra dejada atrás y el amor por la tierra que lo acogió. Su interpretación fue elogiada tanto por la crítica argentina como por la española, y funciona como un puente entre ambas líneas temporales.

El trabajo entre Héctor Alterio y su hijo, Ernesto Alterio, es además un curioso y emotivo cruce generacional dentro y fuera de la ficción. Mientras uno interpreta al José joven y lleno de esperanzas, el otro representa al José envejecido, con una mirada cargada de experiencias y cicatrices. La química entre ambos, aunque no comparten escenas directas en el mismo tiempo, se percibe en la coherencia emocional del personaje.

Un proyecto ambicioso y complejo

Vientos de agua no fue una producción sencilla. Fue una coproducción entre Pol-Ka Producciones (Argentina) y Telecinco (España), con la colaboración de 100 Bares Producciones, la productora de Campanella.

El rodaje se extendió entre Buenos Aires, Asturias y Madrid, con una puesta en escena cuidada, que recrea con detalle los barcos de inmigrantes, los conventillos porteños, las minas asturianas y los paisajes urbanos de ambas orillas del Atlántico.

Cada episodio dura entre 70 y 80 minutos, lo que le da un aire más cinematográfico que televisivo. La serie fue emitida originalmente por Telecinco en España y Canal 13 en Argentina, aunque su trayectoria en televisión no fue sencilla: en España, la audiencia no acompañó en los primeros capítulos y la cadena decidió cambiar su horario, relegándola a un lugar menos visible de la grilla.

A pesar de eso, Vientos de agua fue ampliamente reconocida por su calidad técnica y narrativa. La crítica destacó la dirección de Campanella, la solidez del elenco y el realismo con el que aborda la experiencia migratoria. En Argentina, fue celebrada como una producción de alto nivel internacional.

Migraciones cruzadas: de Europa a América… y de América a Europa

Una de las ideas más potentes de la serie es la de invertir el sentido tradicional de las migraciones. En la primera parte, se muestra la ola de inmigración europea hacia la Argentina de principios del siglo XX, cuando el país era un destino de prosperidad y esperanza. José Olaya, como tantos españoles, italianos y polacos, llega a Buenos Aires buscando una nueva vida.

Décadas después, su hijo Ernesto enfrenta una situación inversa: la crisis del 2001 lo empuja a mirar a Europa como un lugar posible para rehacer su vida, en un contexto en el que miles de argentinos partían hacia España en busca de estabilidad económica.

Este paralelismo histórico convierte a Vientos de agua en una serie profundamente actual, que pone en perspectiva las dinámicas migratorias y cómo estas moldean identidades nacionales y personales. El título mismo, “Vientos de agua”, alude a esa fuerza invisible pero constante que empuja a las personas a moverse, a cruzar océanos en busca de un futuro mejor.

Personajes secundarios que enriquecen la trama

Más allá de los Olaya, la serie cuenta con un elenco coral que da vida a personajes memorables. Pablo Rago interpreta a Juliusz Lazlo, un inmigrante polaco que se convierte en uno de los grandes aliados de José en su travesía argentina.

Valeria Bertuccelli, Marta Etura, Giulia Michelini, Caterina Murino y Angie Cepeda son algunas de las actrices que completan el reparto, aportando matices, conflictos amorosos y sociales, y representando las diversas experiencias migratorias femeninas en ambos continentes.

Cada personaje, ya sea en la línea española o argentina, refleja una faceta distinta de la experiencia de dejar el hogar: desde quienes lo hacen por necesidad económica hasta quienes huyen de guerras, persecuciones políticas o tragedias personales.

Aunque no fue un éxito rotundo de audiencia en su momento, Vientos de agua logró con el tiempo un estatus de “serie de culto”, especialmente en Argentina y entre quienes valoran las producciones históricas con profundidad emocional.

Críticos de medios especializados destacaron su ambición estética, el cuidado en la recreación histórica y las actuaciones de primer nivel. Además, se reconoció el mérito de Campanella al crear una ficción que escapaba de los formatos tradicionales de la televisión abierta de la época.

Con el paso de los años, y especialmente con su incorporación al catálogo de Netflix, una nueva generación de espectadores descubrió la serie. Muchos jóvenes que vivieron la crisis de 2001 como niños pudieron revisitarla desde una mirada adulta, y otros, interesados en las historias de migración, encontraron en Vientos de agua un retrato sensible y poderoso.

Una serie que sigue vigente

A pesar de haberse estrenado hace casi dos décadas, Vientos de agua mantiene una vigencia sorprendente. Los temas que aborda —migración, crisis económicas, familia, identidad, memoria histórica— siguen presentes en la agenda global.

En un mundo donde los desplazamientos masivos de población son cada vez más frecuentes, esta ficción adquiere una nueva lectura: la de las raíces compartidas y los puentes que unen a distintas generaciones y geografías.

El trabajo de Héctor Alterio permanece como uno de los grandes aportes actorales de la serie, y su figura encarna esa memoria viva que conecta pasado y presente, dolor y esperanza, partida y llegada.

Durante su estadía en la plataforma de streaming, Vientos de agua fue redescubierta por miles de usuarios en Argentina y España, que la llevaron a posicionarse entre las tendencias locales. La posibilidad de verla completa, sin cortes y con calidad digital, permitió que su narrativa fuera apreciada en su totalidad, algo que en la emisión original no siempre sucedió debido a cambios de horarios y ediciones.

Aunque actualmente ya no se encuentra disponible en algunos catálogos de Netflix, su paso por la plataforma sirvió para revalorizar una producción que marcó un antes y un después en la ficción en español.

Vientos de agua es, en definitiva, una obra que combina historia, emoción y reflexión con un nivel técnico y narrativo excepcional. Es un ejemplo de cómo la televisión puede abordar temas complejos sin perder potencia dramática, y de cómo las historias familiares pueden servir para hablar de procesos colectivos.

En tiempos en los que el contenido audiovisual tiende a la inmediatez y a la brevedad, esta serie invita a detenerse, a mirar hacia atrás y a entender cómo los vientos —de agua, de historia, de vida— nos empujan y nos transforman.

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