Así fue la desaparición de Diego Fernández
Durante más de 40 años, el cuerpo de Diego Fernández permaneció enterrado en el jardín del chalet de la familia Graf, situado sobre la avenida Congreso al 3700.
Desde que se descubrieron los restos en esa propiedad, los integrantes de la familia Graf, que viven allí desde los años 70, quedaron bajo sospecha. Hasta el momento, ninguno de ellos declaró como testigo ni como imputado.
El 26 de julio de 1984, Diego, de 16 años, regresó del colegio, almorzó con su madre y pidió dinero para el colectivo. Comentó que iba a la casa de un amigo, aunque nunca se supo quién era. Esa tarde fue la última vez que se lo vio.
Al no regresar esa noche, sus padres acudieron a la comisaría 39 para denunciar la desaparición. La respuesta de los agentes fue tajante: "Se fue con una mina, ya va a volver".
A pesar de la desidia policial, su familia nunca bajó los brazos: repartieron volantes, golpearon puertas y lograron que la revista ¡Esto!, editada por el diario Crónica, les dedicara una entrevista a doble página. Fue el único medio que les dio espacio para contar su historia.
En esa nota, publicada dos años después de la desaparición, Juan Benigno Fernández, el padre de Diego, expresó con crudeza su indignación:
“La Policía dice que tiene tres mil casos iguales. Y fíjese qué absurdo: desde el primer momento lo caratularon como ‘fuga de hogar’. Yo protesté y ¿sabe qué me dijeron? Que así estaban impresos los formularios. Me negué a eso, pero como si nada. ¿Qué quiere que investiguen si ya dan por sentado que él se fue, no que me lo robaron?”
Cómo se descubrió el cadáver de Diego Fernández Lima en el terreno lindero en el que vivió Cerati
El caso permaneció congelado durante décadas, hasta que un hallazgo fortuito cambió todo. El 20 de mayo del año pasado, mientras unos obreros trabajaban levantando una medianera en Congreso 3748, se produjo un derrumbe y salieron a la luz restos óseos humanos.
El terreno donde ocurrió el hallazgo había pertenecido a una antigua casona en la que vivieron, tiempo atrás, la artista Marina Olmi y el músico Gustavo Cerati, un detalle que ayudó a que la noticia cobrara notoriedad.
Fue un sobrino de Diego quien, al leer la noticia, unió cabos: la ubicación, la vestimenta encontrada, la época. Sospechó que los restos podían ser los de su tío. No se equivocó. Las pruebas de ADN realizadas por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) confirmaron que los aproximadamente 150 huesos recuperados del jardín del chalet de avenida Congreso 3742 correspondían a Diego Fernández.
El informe forense arrojó datos estremecedores: Diego fue asesinado de una puñalada a la altura de la cuarta costilla derecha. Luego, sin éxito, se intentó descuartizar su cuerpo con un serrucho. Fue enterrado a las apuradas, en una fosa de apenas 60 centímetros de profundidad.
Junto a los restos, la Policía Científica halló además objetos personales clave:
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una suela de zapato número 41,
un corbatín azul típico del uniforme escolar,
un llavero naranja con una llave,
un reloj Casio con calculadora modelo CA-90 (fabricado en 1982)
y una moneda de 5 yenes, que en aquel entonces muchos jóvenes usaban como amuleto.