Pero lejos estaba la situación de quedar controlada. Aun los que habían tenido la suerte de quedar en la fila, con el objetivo de despedir a Maradona a la vista, ingresaron por la fuerza a la Casa Rosada. Gases lacrimógenos por los pasillos de la Casa de Gobierno, ahí donde minutos antes había estado Alberto Fernández y Cristina Kirchner, el féretro de Maradona que fue corrido de lugar, los hinchas cantando en el Patio de las Palmeras, otros trepando por las rejas de la Rosada.
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Retiraron el féretro de Diego Maradona del Salón de los Patriotas Latinoamericanos.
Retiraron el féretro de Diego Maradona del Salón de los Patriotas Latinoamericanos.
Postales de una despedida imposible, por los tiempos de la familia y los tiempos del pueblo. Si el gobierno esperaba un millón de personas en el velorio, no había manera de que entraran en las diez horas que había pedido la familia. Quizás el gobierno especuló con que la familia estiraría el plazo al ver a la multitud, pero eso nunca estuvo cerca de ocurrir.
En la calle quedaron miles esperando, quizás más de los que tuvieron la chance de poder verlo. Afuera hacían cálculos sobre los días que tendría que haber durado el velorio. El país quería verlo, pero solo hubo diez horas para los que llegaron más temprano.
A la procesión interminable le queda un último consuelo: el coche fúnebre pasará por la 9 de Julio: un auto, un cajón y una placa con el nombre que jamás imaginamos ahí: Diego Armando Maradona.