En este sentido, el economista jefe de Ecolatina, Matías Rajnerman, completó: “Ahora tenemos la menor cantidad de empresas registradas desde 2013. Hay una tendencia que viene a la baja desde 2018 y está vinculado a que se dejaron de crear principalmente pymes. Y esto con la pandemia se agravó”.
El nuevo mapa del empleo
Esta situación hizo mella sobre la cantidad de trabajadores que sufrieron los coletazos de la pandemia. En el caso del desempleo –que llegó al 10,2% durante el primer trimestre del año y afectó a más de 2 millones de personas-, las cifras muestran una recuperación en la comparación con el mismo período del año anterior, aunque se dio una paradoja: “Para que una persona sea considerada desempleada debe cumplir tres requisitos: no tener trabajo, querer tenerlo y estar buscando. Hay mucha gente que cumple uno o dos, pero no todos. Por eso no creció tanto. De hecho, se destruyeron más puestos de trabajo de lo que aumentó la desocupación”, señaló Rajnerman.
Ante este panorama, Schteingart sumó, además, otro fenómeno: que la desocupación amplió las brechas de género. “Los empleos que traccionaron la recuperación fueron, por ejemplo, la industria, que es un sector muy masculinizado. El trabajo en casas particulares, mayormente compuesto por mujeres, sigue bastante por debajo de los niveles prepandemia”, dijo a este medio.
Sumado a esto, el mapa del empleo tuvo otras modificaciones, especialmente sobre el sector informal. En base al relevamiento de A24.com de las cifras oficiales de empleo de los primeros tres meses del año, sobre la población ocupada -11.982.136 personas-, hay 2.923.641 de cuentapropistas y 2.779.855 trabajadores sin descuento jubilatorio.
El crecimiento dentro de los cuentapropistas
Sobre este punto, el economista de Idesa y especialista en mercado laboral, Jorge Colina, describió que, si bien se mantuvo estable la situación de los asalariados formales, se percibió un crecimiento dentro de los cuentapropistas.
“En el segundo trimestre del 2020, el momento más duro de la pandemia, el empleo total cayó en 2,5 millones de trabajadores, de los cuales 300.000 fueron asalariados en blanco y 2,2 millones informales, de los cuales 1 millón eran cuentapropistas y 1,2 millones asalariados sin aportes. Hoy ese millón de cuentapropistas volvió al empleo. Más o menos, pero trabaja. Sin embargo, los asalariados en negro son unos 500.000 que no regresaron y están en la inactividad laboral. Posiblemente porque no hay muchas ofertas de trabajo. El informal en negro generalmente trabaja en un comercio y esos negocios cerraron”, observó. Y alertó: “La crisis económica es tan severa que muy poca gente va a poner un negocio robusto, y hasta ahora no hay fecha de partida”.
De igual manera, el director de CyT Asesores Económicos, Camilo Tiscornia, analizó que existe una relación entre la variación de la actividad económica y el empleo, que durante la pandemia se movió en forma de “V”.
“Si miras antes de la pandemia, la evolución de la actividad y del empleo es bastante calcada. Prácticamente los dos índices volvieron al nivel previo a la pandemia, pero cayó el salario real. Aunque pensaras que la misma cantidad de gente está ocupada, tiene menos poder adquisitivo”, advirtió.
Más inflación y salarios en caída
Por eso, otra de las mayores preocupaciones que despertó la pandemia tuvo que ver con la aceleración de precios y la capacidad de compra de los salarios. Sobre la inflación, se percibió una suba entre marzo de 2020 y mayo de este año de un 53,4%, según estimaciones oficiales.
La suba de los precios, a su vez, pulverizó el poder de compra de los salarios, que acumulan tres años de caída ininterrumpida y entre marzo de 2020 y abril de 2021 crecieron 36,9%.
A modo de ejemplo, para marzo de 2020 una familia de cuatro integrantes necesitó $41.994,86 para no caer bajo la línea de pobreza, mientras que, en mayo de 2021, el mismo grupo familiar requirió contar con ingresos por $ 64.445,01. En tanto, en marzo de 2020, el salario mínimo, vital y móvil se ubicó en $16.875, mientras que en mayo de 2021 fue de $24.408.
“La inflación se estacionó en un nivel más alto. El tema es la emisión monetaria, que pasó factura cuando la economía ganó dinamismo. La pandemia generó un problema grave ligado a lo fiscal y la lucha contra los precios va a ser más dura, además de que va a complicar la pobreza”, explicó Tiscornia.
Y sintetizó: “La pandemia modificó todo. Los salarios ya venían cayendo de antes y lo siguieron haciendo el año pasado. El empleo fue de lo que más se afectó y eso llevó a más pobreza. Empleo, la caída de salarios reales y pobreza resume la métrica de la sensación de malestar. Es un tridente que no se puede separar”.
La consecuencia más dura
Este escenario desemboca en la consecuencia socioeconómica más grave de la pandemia: la pobreza. Para el segundo semestre de 2020, la pobreza escaló al 42%, lo que se traduce en unas 12.000.998 personas que no lograron alcanzar el ingreso necesario para cubrir las necesidades básicas.
De ese total, 2.064.287 personas se ubicaron en esa condición desde que empezó la pandemia.
En tanto, para el mismo período, 3.007.177 personas se ubicaron bajo la línea de la indigencia, de los cuales 700.438 se convirtieron en indigentes desde que irrumpió el virus en Argentina, según se desprende de las cifras de la Encuesta Permanente de Hogares.
“El año pasado el grueso de la suba de la pobreza se produjo por gente que perdió el empleo y vieron recortados sus ingresos, mayormente sectores informales y cuentapropistas. El empleo se fue retornando, pero con la aceleración inflacionaria, el poder adquisitivo de los salarios tendió a empeorar. La idea es que, producto de la composición de paritarias, eso pueda sostenerse en los próximos meses”, detalló Schteingart.
Y a la hora de pensar en una forma de mejorar estos índices fue contundente: “La forma de bajar la pobreza es vía crecimiento económico. La pobreza subió por la recesión. En la medida de la que Argentina pueda retornar una senda de crecimiento sostenido, la pobreza va a empezar a bajar”.
Con la colaboración de Ignacio Ferreiro