Por supuesto que habrá cuestiones que corregir. El equipo no sostiene sus buenos ratos. Colombia nos condicionó mucho, y casi nos lleva al abismo. Con una generación tal vez más modesta que la anterior, buscaremos acompañar a Messi a saldar su deuda, y la nuestra.
La final tendrá el reto entre Messi y Neymar. Un duelo de grandes que necesitan recompensar la gloria con sus selecciones. La influencia de Leo en este equipo es determinante. Esa predisposición del mejor del mundo transforma la energía del equipo. Estamos en presencia del mejor Messi que se recuerde en el seleccionado. Y eso nos hace soñar con levantar la copa el sábado.
Brasil posiblemente tenga más nombres que la Argentina, pero su funcionamiento tuvo desniveles, y quedó a expensas de los destellos de Neymar. Estamos para dar el golpe como lo anunció el propio Leo. La Argentina ha demostrado madurez para afrontar una nueva final. Si bien hay un pagaré histórico, esta generación no deberá hacerse cargo de las desgracias del pasado. Ni siquiera Messi deberá cargar con aquellas mochilas, en todo caso en este viaje se nutrió de aquellas experiencias para disfrutar este presente.
Y si toca perder, a los tiradores agazapados que esperan la derrota para sus intereses o aspiraciones en la AFA, respeten a la selección. Con la camiseta no se hace política, menos cuando todavía cantamos.