Según su testimonio, cuando García Tonzo se identificó como policía y sacó su arma, los sospechosos huyeron corriendo. “Entonces, (el acusado) se agachó en la vereda del colegio, al lado de un palo de luz, y disparó”, continuó Canosa, quien aseguró haber escuchado “como 12 detonaciones” y agregó que el imputado incluso cruzó la calle para seguir tirando.
El testigo no pudo precisar si había otro tirador o si los sospechosos estaban armados. “Escuché como dos sonidos diferentes”, explicó, aunque admitió que no logró distinguir si se trataba de armas distintas.
Tras el tiroteo, García Tonzo pidió en la escuela que llamaran al 911 y luego, según Canosa, habló por teléfono con alguien para avisar que “no podía retirar al hijo del colegio porque había tenido un intento de robo y esperaba la Policía”. En pocos minutos, la calle ya estaba llena de vecinos.
Uno de ellos era Luciano Pérez, presidente de la Sociedad de Fomento del barrio La Carne, donde jugaba al fútbol la víctima. Cuando llegó, Bastián ya había sido trasladado y solo quedaba un patrullero en la zona. “Uno de los policías se quiso llevar la moto de los delincuentes que quedó abandonada y no lo dejamos, nos opusimos”, aseguró.
Pérez explicó que fueron los propios vecinos quienes preservaron la escena. “Cerramos las entre calles porque pasaban autos. Con un profe del club nos quedamos hasta las cuatro de la madrugada marcando vainas y cada agujero de disparo sobre las paredes de las casas. Eran más de 20 seguro”, contó. Y fue más allá: “Creí que era lo mejor. Había mucha gente, parecía una escena muy contaminada, muchos vecinos, gente del club y no vi que la Policía corriera a la gente y tomara la responsabilidad de hacer eso”.
El segundo profesor era Martín Coelho, un padre de 42 años que daba fútbol en la sociedad de fomento. Su relato fue de los más conmovedores: “Decían que le habían pegado un tiro a Bastián, la gente entraba y salía, y vimos mucha gente en la esquina. Ahí estaba la mamá abrazando a Bastián, que estaba tirado en el piso”.
Coelho siguió: “La mamá gritaba y lloraba, y lo primero que atinamos a hacer fue ayudar. Bastián estaba boca arriba, y tratando de reanimarlo, estaba blanco, no sabíamos qué hacer”.
Recordó que lo subieron a la caja de un patrullero: “No sé si respiraba, estaba blanco, no tenía signos de que estaba bien. Y cuando lo levantamos se le cayó algo del cuerpo que lo dejamos marcado: sangre y como un plomo, la parte una bala”.
También mencionó que poco después pasó un móvil policial con un detenido. “Pasó el patrullero diciendo que tenían a uno de los cacos, y se fueron con él. (García Tonzo) en la moto se fue detrás de ellos. Dijo: ‘Yo soy policía, yo tiré’“.
El último en declarar fue Arnaldo Ferraro, kiosquero y vecino de la esquina donde Bastián cayó malherido. Sus cámaras de seguridad captaron todo y permitieron contar los disparos: 11 en total. Por pedido de la defensa, los videos no incluyeron los gritos de la madre para no influenciar al jurado. Ferraro recordó la escena en primera persona: “Me encontré con una madre que agarraba al nene y pedía auxilio, gritando y llorando porque veía a su hijo que estaba herido”.