Según Scarfo, el hombre se mostró tranquilo y elaboró tres hipótesis: que la propiedad había sido antiguamente una iglesia y que los restos podrían ser de un cura enterrado allí; que en el lugar había funcionado un establo en el pasado; y que los huesos podrían haber llegado mezclados con tierra que él mismo había comprado cuando construyó una pileta.
Un viejo conocido de Diego
Antes de ese día, Scarfo había tenido otro cruce con Graf semanas atrás, cuando una rotura en un caño durante la obra dejó sin agua a varias casas de la manzana. En esa ocasión, el ahora sospechoso se acercó a preguntar qué había pasado y se mostró amable.
Después del hallazgo, Graf volvió a aparecer un par de veces en la obra para pedir materiales de manera informal, mientras realizaba arreglos en la casa donde vive su madre. No volvió a conversar con Scarfo.
Según el relato del responsable de obra, los restos fueron desplazados desde la propiedad de Graf hacia el terreno vecino cuando los trabajadores realizaban tareas de perfilamiento en la medianera.
Esa obra quedó paralizada durante dos semanas, hasta que la Justicia permitió retomar la demolición. El testimonio de Scarfo se convirtió en una de las piezas más importantes para reconstruir la relación entre la víctima y el sospechoso aunque por el momento no fue convocado a declarar ante la Justicia.
Compañeros desde el jardín
Según la información recopilada en la causa, Graf y Fernández Lima eran compañeros desde la infancia, primero en el jardín y luego en la Escuela Nacional de Educación Técnica N° 36, donde compartían curso. Diego desapareció en 1984, sin dejar rastros. Graf nunca fue citado en aquel momento.
Hoy, su nombre vuelve a escena. En los registros oficiales figura como empleado de una empresa multinacional, en el rubro de gestión de oficinas de ARCA. Su domicilio fiscal sigue siendo la casa de la avenida Congreso donde aparecieron los restos.
La prueba que permitió cerrar el círculo fue el análisis de ADN realizado por el EAAF, que confirmó que los restos eran de Diego gracias a una muestra genética aportada por su madre. El informe también señala indicios de una muerte violenta e incluso la posibilidad de un intento de descuartizamiento.
Con estos elementos, la causa por la desaparición de Diego Fernández Lima, que llevaba más de 40 años sin resolverse, empieza a tomar forma en el expediente del fiscal López Perrando.