Quién es el sospechoso tras el hallazgo del cuerpo enterrado hace 40 años en un chalet de Cerati
Hoy en día, en ese chalet de dos plantas permanece solo la madre de Cristian. Sus hijos ya se han ido: la hija se mudó al sur del país y el hijo se quedó en la zona, aunque con su propia familia. En el barrio, Cristian era recordado como un electricista hábil y fanático de las motos, una afición que también compartía Diego.
El 26 de julio de 1984 fue la última vez que se vio con vida a Fernández. Tras regresar del colegio, almorzó en su casa y salió diciendo que iba a visitar a un amigo. Su madre le dio dinero para el colectivo, sin preguntar más. Esa tarde fue visto por última vez en Naón y Monroe, a pocas cuadras de su domicilio en Belgrano.
Al no tener noticias suyas, sus padres se acercaron a la comisaría 39 esa misma noche, pero no les tomaron la denuncia. “Se fue con una mina, ya va a volver”, les respondieron los oficiales.
La familia nunca bajó los brazos. Buscaron a Diego por todos los medios posibles, empapelaron la ciudad con afiches y lograron apenas una nota en la revista ¡Esto!, editada por el diario Crónica, en 1986. En esa entrevista, su padre, Juan Benigno, se quejaba de la desidia policial: “Desde el primer momento lo caratularon como fuga del hogar. Yo protesté, pero me dijeron que así estaban impresos los formularios”.
Recién 41 años después, el misterio comenzó a develarse gracias a un derrumbe casual. Las tareas de construcción revelaron los restos del adolescente que, según todo indica, nunca se alejó de su barrio.