Con ese estado de ánimo, el peronismo llegó a conmemorar el décimo aniversario de la muerte de Kirchner, aquel presidente que abría el paraguas y los contenía a todos: Hugo Moyano, los gobernadores del PJ, los ex barones del Conurbano, el Grupo Clarín, la CGT. Y las diferencias internas se notaron hasta en la puesta en escena del acto oficial.
Primera declaración: Máximo Kirchner eligió no formar parte de la selecta lista de 37 invitados presenciales del CCK y fue a Villa Fiorito con el intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde. Una muestra elocuente de que La Cámpora ve su futuro ahí, en el Conurbano, donde viene haciendo su trabajo territorial y apuesta a pelearle los municipios al PJ.
Otra: la CGT hizo su propio acto en la sede de Azopardo, donde fue instalado un busto de Kirchner. De los jefes sindicales, sólo uno de ellos fue al CCK: Héctor Daer, cotitular de la organización y encolumnado con el Presidente.
Después de todas las celebraciones, los gremialistas hicieron por la tarde una reunión cerrada en la sede de UPCN para debatir las diferencias que corroen a la central. ¿El motivo? Un sector está disconforme con el Gobierno y no quiere hacer “seguidismo”, mientras Daer y los suyos prefieren la disciplina ante la complejidad de la hora. Esa búsqueda de unidad también podría ser una quimera, como perseguir un tesoro en una película de Sergio Leone.
También hubo manifestaciones silvestres de homenaje a Kirchner como la que encabezó el presidente del PJ, José Luis Gioja, en San Juan, o el acto floral de militantes en el parque de Tecnópolis, que tuvieron su corolario por la noche en Plaza de Mayo.
A pesar de todas las convocatorias, cada una con sus colores y particularidades de origen, Cristina eligió el encierro y sólo compartió unos videos conmemorativos en sus redes. Su manifestación epistolar del día anterior había sido suficiente.
La reacción
La otra de las posiciones que quedó clara después de la carta de Cristina es que el núcleo albertista no está dispuesto a resignar, al menos, todo. Por eso, ante las críticas a Massa y Vilma Ibarra, el Presidente eligió mostrarse justamente con ellos dos en su caminata desde la Casa Rosada hasta el CCK.
El interrogante es entonces si el albertismo -aquel proyecto que se generó en los albores del Gobierno y que el propio Presidente había desactivado- podría salir ahora de su stand by y cerrar filas para resistir los embates.
¿Quiénes se encolumnarían en esa familia? Los nuevos y no tanto: de Santiago Cafiero para abajo en el área económica, además de los gobernadores del PJ y legisladores y funcionarios del Grupo Callao como Eduardo Valdés y Fernando “Chino” Navarro, entre otros invitados. También algunos intendentes del Conurbano como Juan Zabaleta (Hurlingham) y Gabriel Katopodis (en uso de licencia en el municipio San Martín para desempeñarse como ministro de Obras Públicas).
Massa, afecto en este tiempo por atender su propia estrategia, también está cerca de Alberto. Tal vez esta masa de dirigentes no sea suficiente como para plantarse ante el actor más exigente (e imprevisible) de la coalición. Pero, como hizo Néstor Kirchner, el Presidente se esforzará todavía por mantener la unidad.