El 30 de diciembre fue la tercera noche consecutiva en la que asistió a República Cromañón. “Había ido a ver a Callejeros ese año en Obras, Cemento, en un recital solidario en el Congreso, y había ido las dos noches anteriores a Cromañón, donde fui un día con mi hermano y otra con un amigo. La noche del 30 fue la única que fui sola, pero me encontré con varios conocidos y con unos chicos que había conocido los días anteriores con los que hice previa”.
La masacre de Cromañón dejó 194 muertos y más de 1.400 heridos. Agustina sobrevivió, pero su vida cambió para siempre. “Los años posteriores fueron realmente difíciles, y se sucedieron varias etapas. Yo era muy chica y me costó mucho al principio. Fueron épocas de hospitales, de preguntas sin respuesta, de crisis de angustia, de generar vínculos y redes con otros sobrevivientes y volcarse a la calle a reclamar justicia”, contó Agustina.
En esa búsqueda de sentido, el deporte se convirtió en un pilar fundamental. “El deporte fue clave en toda mi vida, primero el hockey, que estuvo muy presente muchos años en mi vida y, específicamente, cuando pasó Cromañón. Fue un espacio importantísimo de pertenencia, de contención. El club, mis amigas, el deporte, me salvó la vida en muchísimos aspectos”, afirma.
Cierro el año y una etapa despidiéndome de @rosariocentral, el club que me dio la posibilidad de cumplir mi sueño de ser y sobre todo de sentirme jugadora profesional. Fue un orgullo y un privilegio enorme vesti.jpg
Más adelante, el fútbol entró en escena como una herramienta de transformación. “El fútbol, mi gran pasión, le da sentido a mi vida. Haberme dado la posibilidad de volver a jugar (lo había dejado a los 12 años) y de desarrollar una carrera como profesional tiene que ver con esta forma de afrontar la vida post-Cromañón. Tratando de cumplir mis sueños, de vivir intensamente, agradecida, honrando la vida”, expresa con emoción.
En pasos por clubes como Deportivo Morón, Platense, El Porvenir y Rosario Central, Agustina encontró en el fútbol un modo de canalizar el dolor y reconstruirse. “Básicamente, el deporte me dio un espacio de contención y pertenencia cuando más lo necesitaba. Poner mi cabeza en hacer eso que amaba, ir todos los días al club, vincularme con gente que me ayudaba aún sin saberlo fue muy importante en esos primeros años. Y el fútbol me permitió dejar atrás una etapa muy vinculada a Cromañón. Cuando empecé a dedicarme a esto, empecé a dedicarle mi vida y pude empezar a dejar atrás otras cosas que, de alguna manera, me dejaban atada a eso”.
A pesar del tiempo transcurrido, Agustina lleva en su memoria cada experiencia vivida y un mensaje claro: “Cambié en todo. Forjé mi personalidad y mi forma de ser en base a lo que me pasó en la vida, a Cromañón. No sé si me define, pero me hizo ser quien soy. No sé cómo es la vida sin ese peso, sin estas heridas, pero tampoco sin esta fortaleza que necesariamente tengo para vivir”.
Agustina utiliza su historia como bandera y como recordatorio para evitar que algo así vuelva a suceder. “El mensaje que quiero dar es que no olvidemos Cromañón, que no olvidemos a los pibes. Lo que pasó fue una masacre y podía evitarse, pero a nadie le importó y destruyó la vida de muchísimas personas y marcó para siempre a toda una generación. El dolor es inmenso y va a estar siempre. Pero logramos hacer mucho con eso y de eso se trata nuestra vida: de ser dignos y evitar, con todo lo que esté a nuestro alcance y por lo que nos quede de vida, que Cromañón no se repita”.
A 20 años de la tragedia, Agustina Donato sigue siendo un ejemplo de lucha y resiliencia, con el deporte como una herramienta para resignificar el dolor y honrar la vida.