Aunque River logró sostener un nivel competitivo alto durante once temporadas internacionales consecutivas, los últimos meses mostraron un desgaste evidente. Y la definición terminó dependiendo de terceros: la caída de Boca en semifinales era la última posibilidad de clasificación a la Libertadores. Con Racing como verdugo, la puerta se cerró.
La serie de 11 años consecutivos en la Libertadores es la segunda más larga que consiguió River. La marca histórica sigue siendo la secuencia de 15 participaciones entre 1995 y 2009, un período que incluyó la coronación de 1996, pero también varias frustraciones resonantes: el club perdió cinco semifinales (1995, 1998, 1999, 2004 y 2005).
La racha que ahora se interrumpe tuvo un tinte muy diferente. Empezó con Ramón Díaz tras el Torneo Final 2014, continuó con el exitoso ciclo Gallardo —donde llegaron las consagraciones de 2015 y 2018, además de la final de 2019—, y sobrevivió incluso al breve paso de Martín Demichelis, quien aseguró la clasificación a las ediciones 2024 y 2025.
La paradoja es que el propio Gallardo, artífice del período más glorioso del club a nivel internacional, es también el entrenador que, en este regreso, termina dejando al equipo afuera de la Libertadores por primera vez desde 2014. Un dato que no invalida su legado, pero que marca un contraste fuerte entre dos etapas claramente diferenciadas.
Qué implica para River jugar la Copa Sudamericana en 2026
Más allá del golpe simbólico, hay consecuencias concretas. Para un club con presupuesto y exigencias de elite, la Sudamericana representa un desafío deportivo menor y una caída de ingresos significativa. Las diferencias económicas entre ambos torneos son amplias, y el impacto será visible en la planificación del 2026.
Desde lo futbolístico, también supondrá un escenario distinto: nuevos rivales, viajes y una competencia donde River será, por historia y estructura, uno de los grandes candidatos. Sin embargo, será inevitable que se lea como un paso atrás respecto al estándar que el club mantuvo durante más de una década.
Qué puede significar este quiebre hacia adelante
La interrupción de una racha tan prolongada suele funcionar como un punto de inflexión. La situación obliga a River a revisar decisiones, evaluar el armado del plantel y reconfigurar expectativas. También puede representar una oportunidad para reconstruir bases, depurar errores y reencauzar un proyecto que en 2025 ofreció más dudas que certezas.
Lo que está claro es que este final marca el cierre de una era. River perdió un lugar que consideraba propio y deberá empezar, desde la Sudamericana, un nuevo camino para volver a ocupar el escenario donde forjó sus mayores hazañas recientes: la Copa Libertadores.