Historias

Tiene solo 7 segundos de memoria y solo recuerda la música y a su esposa

Clive Wearing era un aclamado director de orquesta en Londres y se convirtió en uno de uno de los casos más extremos de amnesia del mundo.
Ayelén Bonino
por Ayelén Bonino |
Clive Wearing

Clive Wearing, el hombre con siete segundos de memoria. 

Cuatro décadas atrás, Clive Wearing se encontraba en la cresta de la ola. Con 46 años, se había convertido en un reconocido director de orquesta de Londres, además de experto mundial en música antigua.

Se había casado hacía poco con la mujer que amaba, era también productor de radio y se encontraba en lo más fructífero de su carrera profesional. Nadie podía sospechar que este carismático y prometedor músico iba a convertirse en uno de los casos de amnesia más extremos del mundo.

El hombre con 7 segundos de memoria

La lesión cerebral de Clive Wearing comenzó en marzo de 1985 cuando llegó a su casa del trabajo con fiebre y dolor de cabeza. En los días siguientes, la temperatura aumentó y comenzó a sentirse perdido y desmemoriado. Los médicos entraban y salían de su habitación sin una explicación y Clive dejó de recordar, por ejemplo, el nombre de su esposa, Deborah.

Por entonces, ocurrió un episodio particular. Su mujer dejó al músico durmiendo en su pieza y cuando volvió, había desaparecido de la casa. Lo buscaron durante horas en hospitales y comisarías, pero nadie lo había visto.

“Supe que algo terrible había pasado”, contó Deborah sobre aquel día en el documental de Jane Traéis, que se filmó en 2005 sobre el caso. De pronto, la policía llamó para avisar que lo habían encontrado.

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Clive, junto a su mujer, Déborah.

Clive, junto a su mujer, Déborah.

Clive había salido vestido con un abrigo y el diario “Times” bajo el brazo. Había llamado un taxi, pero no había podido recordar dónde vivía. El taxista lo había dejado en una comisaría y la policía lo había rastreado gracias a su tarjeta de crédito. Cuando fue llevado a su domicilio, el hombre no podía reconocer su casa.

Es el caso más extraño que he visto”, le dijo a Deborah uno de los doctores que fue a revisarlo. “Fuimos al hospital y recuerdo caminar entre aquellas puertas de goma transparentes. Cuando esas puertas se cerraron detrás de nosotros, supe que nuestras vidas habían terminado”, explicó la mujer.

Clive Wearing y un eterno despertar

En el hospital de Saint Mary, a Clive le aliviaron la fiebre, le hicieron pruebas y descubrieron que su cerebro estaba siendo atacado por el virus del herpes simple tipo 1 (HSV-1) que derivó en una encefalitis. Era un caso de uno en un millón y los médicos solo le dieron un 20 por ciento de posibilidades de supervivencia.

Sin embargo, fue medicado con un remedio nuevo para la época, llamado aciclovir. La medicina salvó su vida, aunque llegó tarde para evitar la lesión cerebral. El virus había destrozado el hipocampo, una zona del cerebro fundamental para la memoria, y el afamado músico cayó en una profunda amnesia.

Clive olvidó casi todo su pasado y solo podía retener situaciones por periodos que iban de los siete segundos a los pocos minutos. “Es la primera vez que veo mi cuarto, la primera vez que veo a un ser humano”, repetía con horror con cada episodio.

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Su caso era único. Durante los primeros meses de internación estaba eufórico: saltaba, bailaba y gritaba por el hospital. Meses después, entró en un cuadro de profunda depresión. “Estaba en shock y lloraba todo el tiempo. Tú le decías ‘hola, soy tu hijo’ y él decía ‘eres mi hijo y no te reconozco’, y lloraba aún más”, recordó años atrás Anthony, uno de sus hijos.

Debido a la amnesia, Clive vivía en un constante y agónico despertar. En esas ocasiones, parecía salir de un estado de inconsciencia ya que no tenía evidencia en su mente de haber estado despierto antes. Sin recuerdos, muchas veces sentía que estaba muerto. “Nunca he tenido un sueño o un pensamiento de ningún tipo. El día y la noche son lo mismo”, explicaba.

En un esfuerzo por encontrar un poco de sentido, comenzó a escribir un diario en el que registraba sus “despertares”. Escribía: “10.06 despierto por primera vez”. Al minuto, volvía a tener la misma sensación y redactaba: “10.07 despierto por primera vez”. Y en los siguientes segundos agregaba: “Verdaderamente despierto por primera vez, tachar la entrada anterior. Este es el auténtico primer despertar”.

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El diario donde Clive Wearing registraba sus

El diario donde Clive Wearing registraba sus "despertares".

Los textos llegaron a convertirse en una desesperada sucesión de tachones. Según sus familiares, por momentos, el trazo se hacía tan profundo que "parecía utilizar el lápiz para escarbar en el tiempo e intentar integrarse en un continuo". Pero nunca lo lograba.

“No me puedo imaginar nada peor. Tiene que ser terrorífico despertarse constantemente a algo que eres incapaz de reconocer. A los 7 segundos o el tiempo que sea que recuerda las cosas, la sensación de darse la vuelta y preguntarse ‘dónde estoy’ y no saber dónde estás, no imagino nada más terrorífico”, detalló por esos años su hija.

“Solíamos llevar a los niños a verlo, pero se ponía muy agresivo. Hubo una ocasión en la que fui a verlo sola y cuando le dije quién era, me atacó. Tuvo que venir el personal del hospital a calmarlo", contó también su hermana, Adele. "Él me recordaba cuando yo era joven y no podía aceptar el hecho de que ahora fuese mayor”, agregó en el documental.

Amnesia, la música y Deborah

Había cosas de su vida anterior que sí reconocía. Una de ellas era la música. Clive podía tocar el piano, cantar y dirigir un coro como si fuera lo más fácil. Lo hacía de la misma manera que antes de enfermarse.

Podía, también, recordar algunos hechos básicos. Sabía que tenía hijos (de su primer matrimonio) aunque no los reconocía con claridad. Y, sobre todas las cosas, recordaba a Deborah. Cada vez que volvía a verla, incluso si ella había salido por un momento, la recibía con un abrazo desesperado.

“Clive estaba constantemente rodeado de extraños en un lugar extraño, sin saber dónde estaba o qué le había sucedido. Verme siempre fue un gran alivio, saber que no estaba solo, que todavía me importaba, que lo amaba, que estaba allí”, detalló Deborah en un fragmento de “Forever Today”, el libro que escribió sobre su esposo.

Para que viera un rostro conocido cada mañana y recordara dónde estaba, pusieron fotografías de ella en su pieza. Por esos días, Clive solía llamarla repetidas veces por teléfono y le dejaba decenas de mensajes: “Hola, amor, soy yo, Clive. Son las cuatro y cinco y no sé qué está pasando aquí. Estoy despierto por primera vez y no he hablado con nadie”, le decía.

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Clive wearing junto a su esposa el día de su casamiento.

Clive wearing junto a su esposa el día de su casamiento.

A los minutos, el llamado se repetía: “Hola, soy yo, Clive. Son las cuatro y cuarto y ahora estoy despierto por primera vez. Todo sucedió hace un minuto y quiero verte”. Y de nuevo: "¿Querida? Soy yo, Clive, pasaron 18 minutos de las cuatro y estoy despierto. Solo quiero hablar contigo”.

Con el tiempo, a Deborah le resultó imposible soportar el estado de su esposo. Para aliviar su dolor, luchó durante nueve años hasta encontrarle un hogar en el que pudiera recibir cuidado constante. En 1992 fue, por fin, trasladado a una pequeña residencia de campo para lesionados cerebrales.

El lugar era grande y con pocos pacientes. Clive tenía contacto constante con un personal dedicado que respetaba su talento y comenzó disfrutar de los paseos por el pueblo y los jardines. Allí, le quitaron, además, la mayoría de los tranquilizantes.

Deborah cumplió su objetivo, pero estaba exhausta. “Cuando decidí divorciarme y marcharme, realmente no fue una decisión, fue una necesidad. No hay manera de que un ser humano pudiese continuar así. Tuvimos la misma conversación, las mismas palabras, las mismas inflexiones y el mismo tono de voz durante nueve años”, contaba a los medios.

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Había dos coas que Clive podía recordar. La música y a su esposa Déborah.

Había dos coas que Clive podía recordar. La música y a su esposa Déborah.

Sin la esperanza de poder volver a vivir con él, se divorció y se marchó a Estados Unidos para rehacer su vida. Sin embargo, las cosas no resultaron como esperaba: “Me dio por enamorarme de personas completamente imposibles, todos artistas. En cuanto tenía una relación cercana con alguien y empezaba a tener conversaciones, la cosa se estropeaba porque, bueno, no eran Clive. Creo que yo seguía buscando a Clive”.

Deborah regresó al Reino Unido en 1996 y se instaló en Nottingham a trabajar para una organización dedicada a las lesiones cerebrales. Sin saber qué hacer con respecto a su ex marido, decidió llamar a una amiga. “Le pedí que rezará por mí y mientras ella le susurraba a Dios, sentí de repente una inmensa fuerza que me llenaba. Tuve la increíble sensación de que era realmente amada”, recordó tiempo atrás la mujer.

Clive Wearing hoy

Clive y su esposa siguen enamorados y juntos. A pesar de la amnesia, años atrás volvieron renovar sus votos matrimoniales. Aunque viven en lugares separados, ella lo visita con regularidad. Los médicos no saben por qué, pero con el paso del tiempo los ataques agresivos del músico se redujeron.

Según consignó tiempo atrás The New Yorker, Clive, quien hoy tiene 83 años, sigue con amnesia, pero recuerda detalles de su infancia, puede ir solo al baño, al comedor, a la cocina, sabe dónde se guardan las tazas, la leche y el azúcar. Puede, también, afeitarse, ducharse, cuidar su aseo y vestirse de forma elegante. Le gusta bailar, charlar y sobre todas las cosas tocar y escuchar música.

“Teniendo en cuenta que es una de las personas más amnésicas del mundo, es de lo más pacífico. Teniendo en cuenta que no sabe dónde está y a qué hora se levantó, contando con todos estos factores, su estado mental es extraordinariamente calmo y feliz”, concluyó Deborah.