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Nacido el 2 de septiembre de 1977 en Jacksonville, Florida, Rivers fue uno de los pilares de Limp Bizkit desde su creación, en 1994. Junto a su primo, el baterista John Otto, y al vocalista Fred Durst, dio forma al característico sonido de la banda, una mezcla explosiva de funk, metal y rap.
Su bajo se convirtió en la base rítmica de éxitos internacionales como Nookie, Break Stuff y My Generation, incluidos en los álbumes multiplatino Significant Other (1999) y Chocolate Starfish and the Hot Dog Flavored Water (2000). A lo largo de su carrera, el grupo vendió más de 40 millones de discos en todo el mundo.
El trasplante de hígado que marcó un antes y un después en la vida del bajista Sam Rivers
En 2015, Rivers se había visto obligado a dejar los escenarios debido a una grave enfermedad hepática provocada por el consumo excesivo de alcohol. En declaraciones al periodista Jon Wiederhorn para el libro Raising Hell: Backstage Tales from the Lives of Metal Legends, contó que los médicos le advirtieron que podría morir si no se detenía.
Finalmente fue sometido a un trasplante de hígado en 2017, lo que le permitió recuperarse y volver a tocar con Limp Bizkit un tiempo después. “Tuve que cambiar todo mi estilo de vida. Fue la única manera de sobrevivir”, expresó luego de ese suceso en una entrevista con Loudwire.
En sus últimas apariciones públicas, el músico había mostrado signos de fortaleza y superación. Durante el Festival Estéreo Picnic 2024 en Colombia, se presentó con una camiseta con la frase “Fuck Cancer”.
Con su estilo preciso y enérgico, Sam Rivers fue considerado el “pulso” de Limp Bizkit y una figura influyente dentro del género. Su aporte fue clave para definir el sonido que marcó a una generación de fans del rock alternativo.